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La Llaves

por Carmen Florentín Cabrera

aminaba mirando las veredas rotas, sus tacones gastados de un costado la hacían parecer una coja, su pollera marrón regalo de su tía cuando cumplió los 15 años todavía la acompañaba. Solo levantó la vista para ver la numeración y allí se tranquilizó cuando vio el 777 pintado sobre un redondel de madera con una florcita celeste de costado. Tocó el timbre y esperó cantando una canción de alabanza a Dios.
- Buenas tardes- le contestó a la secretaria que le abrió la puerta. - Soy María de la Cruz y vengo a mi primera entrevista.
Luego caminó por ese pasillo oscuro que al ser ya casi las 18 hs...
Debería tener las luces encendidas; abrió la puerta, por lo bajo apenas saludó y dejó descansar su osamenta en un viejo sillón; su mirada no subió quedó fija en los mosaicos igual a los de su abuela y eso la tranquilizó.

Las llaves

De golpe se abre la puerta del consultorio y ve salir un señor del cual solo pudo ver sus viejos zapatos lustrados y las botamangas de un viejo traje. Le pareció raro un hombre contándole sus cosas íntimas a una mujer. Revolvió nerviosamente su viejo bolso y encontró la tarjeta donde decía André Piaf. Leyó casi deletreando, no podía ser... A esa altura ya era tarde para salir corriendo, la secretaria había puesto llave a la puerta. Le empezó a faltar el aire, se asomó a la ventana, tomó un sorbo de aire nocturno y se volvió a sentar para observar a la mujer que aguardaba como ella sentada a su lado. ¿Qué trauma puede tener esta mujer? Es sensual, lleva un vestido ceñido al cuerpo y por arriba de la rodilla, se dijo. La mujer la miró fijamente y es como si hubiera escuchado sus pensamientos. Entonces ella sin entender por qué, pegó un salto, abrió la hoja de la ventana y largó un grito, - ¡hay alguien que me mira! - toda transpirada, enseguida se acurrucó en el viejo sillón, la secretaria se levantó, abrió la ventana y espantó a la paloma. Faltaban cinco minutos para las 19 hs y otra vez se abrió la puerta y entró la última mujer; esa, la sensual. Ella se acomodó mejor y empezó a recorrer con su memoria su vida, deteniéndose en esos momentos que se empeñaba en borrar, esos que marcaban su expresión, la volvían sombría, angustiada. Entonces se preguntó:
- Le podré contar todo... pero todo... - y se contestó, - sí, mejor le cuento así se termina mi calvario, ¿pero qué va a pensar de mí? Yo que sigo viviendo con él después de la muerte de mama- Gracias a Dios que es una doctora a un hombre jamás le contaría mi vida. Eran la 19.40, la puerta se volvió a abrir, ni miró a la mujer que salió de adentro, caminó despacio, un hombre con acento francés la saludó:
- Encantado de conocerla, ¿es su primera vez verdad? - No respondió solo miró como el llaveaba la puerta y las llaves iban a parar a su bolsillo.


 

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