Olvidable
Enrique Cerezo*
yer se fue. Una ciudad indiferente no lo notó siquiera. Era apenas una más entre tantas. Como una golondrina que se va con los primeros fríos. Quizá, dentro de un par de meses, alguien del bar que frecuentaba, note su ausencia y hasta pregunte por ella. Es lo mismo. Mañana nadie recordará su aguda risa llena de alcohol. Los muchos brazos que se posaron sobre sus hombros, estarán sobre otros hombros y los labios que la humedecieron estarán sobre otros labios; las mismas billeteras pagarán otras copas para quien sabe qué gargantas tan ávidas de alcohol como la suya y los comentarios en voz baja sobre ella, serán trasladados a otra.
Nada digno de recordar. Ningún hecho de mención siquiera, para el diario local, consumidor de chismes. Es lógico. Nadie como ella puede tener historia. Historia blanca, por lo menos. Digna. Para muchos era sólo "un patín", para los menos "una pobre piba"; para todos alguien fácilmente olvidable.
Ayer se fue. En silencio. Sin embargo toda una cohorte de chicos que cargan cajones de lustrar o diarios bajo el brazo, están tristes. Todos recuerdan el desayuno que les pagó, el diario que vendieron gracias a ella, el sándwich que les regaló. No podían imaginarse que detrás de cada uno de ellos estaba quizá el hijo que, hace mucho, dejó a otros cuidados. No sabían que el frío que pasaban era para ella el que quizá, estuviera sintiendo su hijo. Esa historia tampoco querían saberla. Para ellos era "la gorda macanuda" a la que acompañaban hasta su casa cuando las madrugadas llenas de soledad y alcohol la dejaban indefensa.
Ayer se fue la chica fácilmente olvidable... Hoy los cajones de lustrar andan más despacio, algún diario secó una lágrima, algún chico se quedó sin comer…
...
* Mi nombre es Enrique Félix Cerezo. De profesión Marino Mercante. Maquinista Naval. Tuve la suerte de conocer el mundo. De tener tiempo para leer. De ser Veterano de Malvinas y saber el miedo que se siente al estar en medio del mar rodeado de enemigos y sin armas para defenderse. Investigué autores mientras me llenaba de letras ordenadas por ellos. Y un día yo intenté ser un modesto ordenador de palabras.
Porque eso es escribir: ordenar palabras de la forma más armoniosa que se pueda… y se sienta.
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