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Omi Fernández *
En la década del '40, EEUU realizó una campaña publicitaria de gran repercusión que llamaba a las mujeres a trabajar para el país (los hombres eran convocados y se necesitaba mano de obra para las fábricas), se creó un personaje de ficción llamado “Rosie, the Riveter” (Rosie, la Remachadora) y se llenaron las calles y los medios de comunicación con el lema (“we can do it”, Podemos Hacerlo), (“war whithout men”, guerra sin hombres), etc. Tuvo un éxito sin precedentes y reclutaron a más de 2 millones de mujeres pulsando la tecla de su sentimiento patriótico “ayude a su país”.
En Argentina los nacidos en el '50 fueron criados por una generación bisagra, testigos de la Segunda Guerra Mundial y que vivieron las angustias y coletazos sociales que generó la migración de europeos luego de la guerra y las consecuencias que afectaron a la producción en los países intervinientes. Así las cosas, la crianza de las niñas ya no ponía el acento en el corte y confección, ni en lograr un buen marido. Eran estimuladas a estudiar, a tener independencia económica que les permitiría hacerse cargo de ellas mismas sin depender de sus maridos. Con esto, las amas de casa del '50 que se sentían frustradas por haber cumplido los mandatos familiares y no los propios, es decir: al marido hay que seguirlo sin importar el costo, ser obediente y sumisa y ocuparse de las tareas de la casa y del cuidado de los niños y en caso de trabajar que fuera para comprarse alguna chuchería, no para ayudar al sostenimiento del hogar.
A su vez, a los varones fueron alentados a asumir su parte femenina, a reconocer su sensibilidad y mostrarla sin ambages, sin el temor enquistado en el entorno que consideraba a un hombre que lloraba, un flojo, un pollerudo o un maricón. Esto se oponía con el rol de protector y proveedor que se le asignara a la población masculina hasta ese momento. Se destruían los roles dogmáticos de la generación anterior, pero esta generación vivía en una melange entre una visión rígida del papel que debía jugar y los nuevos valores.
Por esa época, Alicia Moreau de Justo hacía años que trabajaba en favor de la igualdad de derechos de la mujer, igual paga por igual tarea y por el voto femenino. En los '70 las escuelas empezaron a ser mixtas, las mujeres y varones asistían a la facultad en un plano de igualdad, apareció la píldora anticonceptiva y con ella la libertad de tener relaciones sexuales sin el miedo al embarazo no deseado, la política movilizó a la juventud sin diferencias de género y se empezó a cambiar el término “novio/a” por el de “compañero/a”, las chicas de 20 años tomaban ginebra en los bares cercanos a la facultad, que habían dejado de ser el famoso “café” donde se jugaba cartas, se tomaba grapa y se hablaba de tango y minas. Entonces, tuvimos la generación del '30 con roles dogmáticos para hombres y mujeres, la del '50 que permitió que la mujer accediera a manejar un colectivo sin que nadie se asombre por eso y que le quitó el peso de padre-padrone al varón y, hay una tercera que, a su vez, ya tiene descendencia y que resulta difícil entender.
El machismo es una conducta de dominación, prepotencia y desprecio del hombre hacia la mujer, que en términos extremos da lugar a la misoginia, odio a la mujer y lo que ella implica. La oposición al machismo, da lugar al feminismo un movimiento muy complejo que se ha ido modificando con los años, pero que implica esencialmente revalorización del rol de la mujer en la sociedad. Siempre refiriéndonos al hombre y la mujer, en la actualidad pareciera que el feminismo por el que bregara Alicia Moreau se ha convertido en “misandria”, odio al varón.
Pareciera que se intercambiaron los roles pero sólo por el lado de ejercitar el poder de un sexo sobre el otro, o sea, que el afán de obtener un plano de igualdad se hubiera convertido en hembrismo. Qué bueno sería retornar a la idea de la igualdad dentro del amor mutuo, esto vale también para gays y trans, con tolerancia y colaboración para que cada uno se realice sin perder a su pareja en el intento.
Quizás tendríamos que recordar que no vivimos para la confrontación sino para la plenitud.
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* Omi Fernández : Nació en La Boca, Buenos Aires. Estudió Letras en la U.B.A. Condujo y produjo programas de literatura en Radio Municipal y Radio Nacional. Publicó DOLMENES (cuentos propios) e integra las antologías: Lunario, Habitar en Secreto, Mundos Desnudos, Intermitencias, Letras del Face II, Caleidoscopio, El lector y otros emojis y Palabras emigradas. A punto de imprimir "Perfiles a mano alzada de creadores argentinos".
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