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Patricia Moltedo *

Dicen las bibliotecas no se limpian... se respiran. Pero algún día hay que hacerlo, alguna vez toca. Aquella tarde comencé a remover libros, uno por uno. Mi vida está guardada allí y las historias de las historias que me acompañaron y lo siguen haciendo de cuánto he leído y me ha formado. Los libros tomaron su lugar. Algunos están en cerrada formación. Los medianeros acostados, como rodajas de pan lactal. Eso sí, todos, agrupados por materia. Dudé entre continuar con ese orden o variar... De pronto cayó, literalmente, un volumen de cuentos, y se abrió desplegando este cuento de Oliverio Coelho en mis manos, ¡bah! En mi cabeza y lo atajé. Lo tomé en mis manos y desde el título algo me arrastró a la lectura.

La palabra me sonó fuerte, rememoré su significado y comencé a seguir al intruso en “Los intrusos” porque me pareció que primero siempre hay un solo intruso... y los demás se van dando según las circunstancias. Bien, en el relato una joven baja en una estación se me ocurre por las palabras del autor; desangelada, donde un viento molesto y polvoriento impregna todo y se queda con todo. Lo esperaba una mujer inesperada como todas, desconocida e íntima de su padre. El cuarto donde va a parar es kafkiano. El autor hace una percepción de las emociones, haciendo un mapeo del protagonista a través de personajes, los cuales con sus dichos lo hacen enfrentar a la figura que poco a poco irá él construyendo de su padre a quien sabe que agoniza en una habitación a la no se acerca a verlo. Una casona inmersa en un espacio del tiempo detenido, lo llevan a los escasos años que pasó en ella de niño. Este hijo que ha venido por su padre enfermo de pronto está inmóvil, frente a los recuerdos que no se presentan para recuperar la pertenencia a este sitio, su casa y en consecuencia a la relación que tuvo con su padre. Sí se siente extraño pero dueño de una propiedad de sangre, y poco a poco irá reacomodándose a todos estos espacios de luces y sombras.
Desfilan y reclaman su atención especímenes variopintos, hambrientos todos, con reclamos. Una mujer y sus medios hermanos, el ama de llaves quien lo recibiera primero en actitud sumisa y medida luego, constituida en señora de la casa, los compañeros de juerga en busca de dinero por supuestas deudas del casi extinto progenitor. Y por supuesto, el médico que lo atendiera desde siempre más bien como amigo, sin que mediaran los honorarios como requisito... que por esas cosas de que lo de arriba baja y lo de abajo sube, también tiene un abultado prontuario que acusa visitas, revisaciones, medicamentos y otros.
Laberintos de ambiciones y miserias del hijo devenido intruso y los intrusos devenidos en hijos, todos acompañan los últimos momentos de la vida de ese hombre que según la sangre y los documentos es su padre. Un juego de sentimientos y miserias humanas llevado con una poética algo borgeana, en los modos de calificar y describir personas, paisajes, emociones.
Por otro lado es de destacar la poética narrativa de las escenas físicas y atmósferas. Encontramos un discurso que por momentos nos lleva a ese tiempo y momento.

...

 

* Patricia Moltedo. Empezó a escribir ideas a los 10 años de edad. Su primer cuento, a los 12 años. A los 17 años aproximadamente comenzó su producción imparable de escritura: relatos, cuentos, poesías y sainetes, también obritas de teatro. A los 27 años, año más, año menos, participó un poco en los poetas del encuentro. Para la misma época participa en el Taller “El Caldero” Y aproximadamente desde hace 15 años en Avatares, Centro de Escritura y Escritores. Publicaciones: Del Caldero, de los poetas del encuentro. Revistas de Avatares, antologías de narrativa y poesía, y anuncia su próxima publicación de relatos, cuentos y poesías. Participa desde entonces en la Feria Internacional del Libro de Bs. As., con sus trabajos.

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