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Carol Oates, ¿Dónde vas? ¿Dónde anduviste?

 

Carmen Florentín Cabrera *

El urdido de una trama en apariencia simple, por momentos amena que nos va seduciendo hasta llegar al ojo de la tormenta y allí descubrir que nos atrapa llevándonos a preguntarnos a cada paso, en cada oración por el enigma que guarda en su núcleo. ¿Cuándo y cómo llegaremos a él? Connie, su personaje principal, una niña de apenas 15 años, con las características normales de la adolescencia por un lado desnuda sus ansias de rebeldía ante sus padres y por el otro refleja la fresca inocencia frente a la vida. Los días de Connie transcurren entre la melancolía, la ilusión y esa realidad no querida. Ello la lleva a volcarse hacia los extremos, buscando afirmar su feminidad y su deseo. La niña mujer avizorando el goce como mujer. Una cara para dentro de la casa, y otra para el afuera, la llevarán a protagonizar situaciones inquietantes que producen una sensación dual en el lector quien se siente atraído y atemorizado. Este jugar con fuego se cobrará su parte. Cierto día mientras sus padres han salido fuera con su tía, un auto se detiene frente a su casa, desciende Arnold Friend y quedan otros individuos en él. Arnold Friend, le propone a Connie una salida. Connie dice no conocerlo, duda, comprende que es mucho mayor de lo que dice y lo rechaza. A partir de allí el acoso y la presión del hombre linda con momentos de terror y pesadilla y amenazas como cuando dice...

— Vamos, sé una buena chica. — ¿Qué vas a hacer? — Solo un par de cosas, o quizás tres — dijo Arnold Friend —. Pero te prometo que no va a durar mucho y que al final te voy a gustar como te llega a gustar la gente que te es cercana. Es cierto. Se acabó todo para ti aquí, así que sal de una vez. No quieres que tu gente tenga problemas, ¿no?
Connie se dio la vuelta y chocó contra una silla o contra algo, lastimándose la pierna, pero igual corrió al cuarto de atrás y cogió el teléfono. Algo rugió en su oído, un rugido pequeño, y estaba tan enferma de miedo que no podía hacer otra cosa más que escuchar ese rugido: el teléfono se sentía húmedo y frío y muy pesado en sus manos, y sus dedos buscaron a tientas el dial pero eran demasiado débiles para tocarlo. Comenzó a gritar en el teléfono, contra el rugido. Gritó, gritó pidiendo por su madre, y sintió que su aliento se sacudía violentamente dentro de sus pulmones hacia adelante y hacia atrás, como si fuera un instrumento con el que Arnold Friend la estuviera apuñalando una y otra vez sin ternura. Un aullido de dolor y pena se erigió dentro y alrededor de ella, encerrándola en su interior así como estaba encerrada en esta casa.

Como este momento, se suceden otros, patéticos, llenos de terror infligidos por este siniestro personaje. La historia termina con Connie abandonando el porche; el destino que la espera.
Refieren las crónicas que el relato está inspirado en un hecho tan real como abominable: los tres asesinatos cometidos por Charles Schmid en Tucson, Arizona.
Las ansias de la protagonista de conocer el amor verdadero y el goce en todas sus formas, como si la vida toda fuera un goce pero por algún motivo a ella, le era negado. Podemos pensar que revela el tránsito por la adolescencia como una etapa en la que algunos hacen cosas para ser amados o temidos... pero ser al fin. Tal vez Connie buscaba ser.

Carol Oates

...

* Carmen Florentín Cabrera. Nacida en Paraguay, actualmente reside en Buenos Aires.
Realizó cursos, seminarios y jornadas de capacitación en literatura, por lo que participó con sus textos en doce Antologías. Acredita publicación de artículos en la revista Avatares, apuntes literarios y algo más. Paralelamente transita los caminos del Guión, recientemente acaba de recibir su título. Participa desde hace varios años en la Feria Internacional del Libro de Bs. As.

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