Deslizándose en la frontera inmortal de lo real y lo fantástico al ritmo de Samanta Schweblin.
Realismo sucio. La realidad que no deseamos ver.
Booktubers: los comentaristas literarios del siglo XXI.
Carol Oates, ¿Dónde vas? ¿Dónde anduviste?
Weird Gaucho, mojones de un súbgenero.
Oliverio Coelho. Los Intrusos.
El cuento de la criada. Margaret Atwood.
Meterse en una historia & Teatro.
Ficción, el escape de lo finito.
“Woodstock” 1969…Voces en un planeta en el que no había lugar para todos
Memorias de Radio. Dante Rabella, un artesano del tiempo.
Intertextualidad Siglo XXI en el Museo Virtual Pérez Celis
Lola Caloiero *
¿A qué llamamos realismo sucio? Muchos creen que se trata de escribir infinidad de malas palabras, en realidad dista mucho de ser así. Al leer “Un chico sucio” de Mariana Enríquez descubrí la esencia del Realismo Sucio. El personaje atraviesa la realidad sin lograr escapar de ella. No debemos esperar un final feliz. No existen los héroes. Ni los finales abiertos. El personaje principal o narrador queda atrapado en la realidad misma.
“Un chico sucio” fue narrado desde el escenario donde se desarrolla la historia. Barrio de Constitución, cuna de la aristocracia porteña, se deviene con el pasar de los años en el barrio más peligroso de la ciudad. Donde antes habitara la aristocracia, hoy conviven narcos, travestis, los sin techo y una larga galería de santos populares. Justo allí vive la narradora, una descendiente de comerciantes ricos uno de los que adquirió uno de los grandes caserones de la zona después que la aristocracia porteña abandonara el barrio tras la peste amarilla. Y es en este devenir del barrio donde podemos descubrir el devenir mismo de la sociedad. Aristocracia. Comerciantes ricos. Sociedad marginal. La narradora, se siente segura y audaz por vivir en el barrio más peligroso de la ciudad, entiende la mecánica del lugar, saludar a todos, incluidos delincuentes, no abrir la puerta sin mirar antes, después de medianoche, no transitar por la avenida donde se desarrollan las peleas entre las distintas bandas de narcos, los adictos y travestis que incluso ellas defienden cada baldosa que pisan. Dentro de toda esta melange podemos advertir como cada clase social que habita el barrio discrimina a sus congéneres. El personaje de Lala (travesti peluquera) dice que las chicas de ahora son brutas y huecas. El elemento que enfrenta a la narradora, con la realidad es el chico sucio que vive junto a su madre en un colchón frente a su casa, de puertas de hierro pintadas de verde y con habitaciones de techos altos. La narradora se focaliza en el chico, en la forma que él tiene de repartir las estampitas en el subte. El chico después de entregarles las estampitas hace que cada pasajero les estreche la mano, sí esa mano sucia y pegajosa que puede tener un chico que vive en la calle. Se genera un vínculo entre el chico sucio y la protagonista, la noche en que el chico entra en la casa de la narradora, le da de comer y lo lleva a tomar un helado y es en esa caminata donde el chico la toma de la mano, no como lo hace con la gente en el subte. ¿Juega el chico sucio a dar un paseo con una madre?
Es interesante la inclusión de los santos populares porque de ellos podemos descubrir las creencias y mitos del colectivo imaginario y se advierte también cierta categoría dentro de los santos, están los que son buenos y los que son malos. ¿Reflejo de lo social? La narradora se pregunta constantemente por qué nadie hace nada por el chico sucio. Se puede apreciar dentro de ese devaneo el saber que la indigencia es parte del decorado de la sociedad, así mismo como la indiferencia, la cauterización a la que estamos habituados. La narradora despierta cuando ve que el chico sucio y su madre abandonaron la esquina en la que vivían. La aparición del cadáver hace que todo el barrio cambie sus costumbres. Se instalan periodista, policía, y el barrio se sume en el silencio. Es desde las noticias donde la narradora se entera de todo los sucesos. La culpa se instala en ella, se pregunta por qué no hizo nada por el chico sucio, por qué no le compró zapatillas, por qué no lo bañó. La narradora ya no se siente segura dentro de su casa, ni en el barrio del cual conoce todas las mecánicas.
El chico sucio es el verdadero protagonista de la historia, no sabemos qué fue de él, la madre dice que se lo entregó a San la Muerte. ¿Real? Lo único real dentro de toda la historia es el gesto que tiene el chico sucio ese estrechar la mano de los pasajeros del subte, en ese apretón el chico sucio se muestra así, real, crudo, desvalido, ignorado por una sociedad cauterizada.
...
*Lola Caloiero. Bailarina. Poeta. Narradora. “Oh quién tuviera una musa de fuego para subir al cielo de la invención” dice el prólogo de Enrique V.
Palabras fundidas en piel corren libres por el escenario que me ve bailar. Soy creación, arte efímero que perdura cinco minutos en retinas ¿Suficiente? Palabras fundidas en piel, se hacen carne y la carne es papel. Inmortalidad quiso Aquiles, trascender los tiempos. Besada por la musa de fuego, mis labios se cierran.. Escribo artículos de opinión, cuentos y poesías en revistas, diarios y libros, por lo que participo desde hace varios años en la feria internacional del libro de Bs. As.
avatAres apuntes literarios y algo más - Anuario de letras - Publicación de Avatares letras, Escuela de escritura - Comunicate: 011 15 40752370 - centroavatares@yahoo.com.ar