Cuando nos disponemos a realizar una nota o un libro anteceden a la obra terminada los bosquejos, borradores, acotaciones, comentarios sueltos, etc. . . de la misma. Incluso al observarla terminada, a veces la modificamos hasta encontrarnos satisfechos de aquello, por lo que se ha trabajado tanto. Sólo el autor sabe por cuantas cosas pasó en el lapso de tiempo que transcurrió desde que tuvo la idea inicial, hasta que se sintió conforme con lo que logró transmitir y aquí nos encontramos con el motivo de la publicación para deleite de los lectores. Ahora bien, tendríamos una obra tanto más interesante, que se asemejaría a una biografía, si se pudieran recopilar todos los apuntes que se hicieron desde aquella primer idea; los resultados de un escrito dependen de tantas cosas que nunca nos pusimos a tener en cuenta que si los descubriéramos nos asombraría.
El escritor empieza con entusiasmo, fuerza de voluntad, un proyecto más o menos definido, pero desde éste punto hasta el final de la obra ¿Qué pasó? Cada uno piense y medite sobre su propia historia, la que está narrada en cada párrafo manuscrito que tiene guardado; alegrías, penas, ambiente agradable o no en el que se encuentra escribiendo, incluso si hacía calor o frío, si entre tanto pasó algo que cambió desde la posición al escribir, hasta los sentimientos, por pequeños e insignificantes que estos parezcan, quedan impresos.
El escritor deja plasmado en un manuscrito su impronta y deseos más íntimos, aún desconocidos para él mismo, todo está allí como un universo a descubrir, es un tesoro que pocos saben ver y que aunque está a nuestro alcance, pasamos cerca sin percibir su presencia
Detrás de un manuscrito / por Silvia Biagi
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