Manuel Puig, escritor fetiche para los estudiosos de la literatura latinoamericana contemporánea, tuvo la dicha de que su obra cosechara la aceptación popular al mismo tiempo que era bienvenida con admiración por los "especialistas" o "entendidos". Su obra, que consiste en ocho novelas, es una de las más originales de la literatura argentina de la segunda mitad del siglo veinte. Su originalidad no está en los temas, ni en su estilo o estructura narrativa sino en los materiales que utiliza para componer sus novelas: el folletín, el radioteatro, las cartas, las letras de los tangos, los guiones de las películas, las revistas del corazón, el psicoanálisis. No es el primer escritor que usa este recurso, la diferencia es que para Puig no se trata de un elemento más sino que es la única verdad: se escuda detrás de las cartas, agendas, recortes de periódicos logrando que los personajes no necesiten conocer ni respetar reglas gramaticales o idiomáticas.
Puig usa estos textos de la cultura popular, modelos desprestigiados, para penetrar en el pequeño mundo aburguesado de la clase media argentina de los años cuarenta. Un ejemplo de ello es su segunda novela, Boquitas pintadas (1969), atrapante historia compuesta por dieciséis capítulos que se desarrolla en un típico pueblo de la provincia de Buenos Aires entre los años 1934 y 1947. Cada episodio está precedido por versos de canciones populares, en su mayoría tangos de Alfredo Le Pera. "Se fue en silencio, había en su alma tanta ansiedad…", "…la golondrina un día su vuelo detendrá" son algunos de los epígrafes que van planteando expectativas en cada capítulo, que luego terminan no cumpliéndose.
Como dice Ricardo Piglia, el gran tema de Manuel Puig es el bovarismo y el modo en que la cultura de masas educa los sentimientos. Y por eso se sirve del cine, el folletín, las novelitas románticas que leían las muchachas pueblerinas, para tejer una trama de emociones, de enigmas y secretos y de identidades ambiguas.
Según el autor "el inconsciente está poblado por el folletín", y él usa el folletín para describir una sociedad regida por nociones prefijadas acerca de la moral, la religión y el sexo. Puig capta algo típico de Latinoamérica: que el código social y el religioso están íntimamente hermanados, por eso vemos que Nené, la protagonista de Boquitas pintadas, se vale de frases hechas en sus cartas, por ejemplo cuando expresa "su más sentido pésame" y desea "que en paz descanse" al referirse a la muerte de su enamorado y también cuando dice "sentí un gran alivio al saber que Juan Carlos se confesó antes de morir y que está sepultado cristianamente". O cuando se refiere a sus hijos "que Dios me los conserve" y a su marido como de conducta intachable porque "no me hace faltar nada", todas frases políticamente correctas y aceptadas socialmente repetidas como si fueran fórmulas vacías de contenido.
Abundan también las referencias a la religión en la primera y una de sus más logradas novelas, La traición de Rita Hayworth. En esta novela que transcurre en un pueblo polvoriento de la Pampa de 1939, su protagonista, Toto, un niño asustado porque se siente diferente a los demás, está impresionado por la descripción del fin del mundo que le cuentan las monjas. Y no es el único, Teté, su amiga, teme no rezar lo suficiente para evitar la muerte de su madre y Paqui, otra compañera de juegos, carga en su consciencia, a sus tempranos doce años, con un pecado que para la Iglesia católica es mortal.
Pero lo más interesante de Puig es cómo logra que el narrador desaparezca detrás de las voces de sus personajes. Como dijo una vez el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, uno sabe cómo hablan los personajes de Puig pero no sabe cómo escribe Puig, no conocemos su estilo. Y esto nos lleva a preguntarnos quién habla en sus novelas, ya que la multiplicidad de voces y de técnicas evidencian la falta de un narrador omnisciente rompiendo con los estereotipos de la novela tradicional. A través de sus personajes escribe en todos los estilos, trabaja todos los registros y los tonos de lengua. Sus novelas están compuestas por las voces que provienen de los distintos códigos que forman el bagaje cultural de la clase media de pueblo de los años cuarenta y cincuenta en la Argentina. La mezcla y el cruce de los diferentes códigos contribuyen a la despersonalización del autor y a la polisemia del texto. La ausencia de un narrador evidencia una voluntad de desaparecer, de querer volverse anónimo. Rompe con el paternalismo del autor, con la autoridad del narrador que todo lo sabe y que ve más allá de todos nosotros, y lo desmitifica. Podríamos decir que Puig se da a conocer abiertamente en sus obras como narrador en la elección del título y en el orden cronológico que elige para sus novelas. Es interesante experimentar cómo ayuda la no presencia del autor ya que la lectura no está influida por el juicio omnisciente de quien ve más allá.
Sus personajes, que crecieron entre tangos y películas, son estereotipos masculinos y femeninos de la clase media argentina. Sus mujeres son muchachas sencillas y generalmente mal casadas, por lo tanto infelices y frustradas, dado que el casamiento era todo lo que podía anhelar una muchacha de pueblo. El folletín y las películas son formas de escape para esa vida chata y falta de perspectiva, por lo tanto los personajes, motivados por un deseo de cambio, se refugian en un mundo de sueños inspirados por los productos de la cultura de masas. Muchas veces la esencia de lo femenino se pone de manifiesto en su pasión por el cine donde hay toda una escala de valores de belleza y perfección que pasa por la imagen cinematográfica.
En cuanto a los personajes masculinos son típicamente machistas, como vemos en Juan Carlos (Boquitas pintadas) y en Berto (La traición de Rita Hayworth) seres que ejercen con despotismo su autoridad y su fuerza sobre la mujer, y también sobre algunos hombres débiles y sensibles que terminan perfilándose como figuras femeninas. Por ejemplo el personaje de Toto, se vuelve cada vez más afeminado como reacción a ese machismo exagerado, modelo de la masculinidad en su época. Las mismas mujeres fomentan ese machismo (los hombres no lloran siempre prefiere esconderse entre las polleras de su madre) ya que fueron educadas para casarse con esos hombres prototipos del macho.
Para terminar, una breve referencia al tipo de lenguaje que usa Puig. Termina con el mito de la corrección gramatical como sinónimo de lo presentable y se deja guiar por esas voces de la infancia que le llegan y que él simplemente comienza a registrar en su impureza. También estaban los subtítulos de las películas y las malas traducciones de las novelas, esas voces a las cuales tenía acceso cuando niño en su reducido círculo pueblerino (y tan universal…).
Perfil
Manuel Puig nació en 1932 en General Villegas, provincia de Buenos Aires y murió en Cuernavaca, México en 1990. En 1968 publicó su primer novela, La traición de Rita Hayworth, novela a la que siguió Boquitas Pintadas, en 1969, que rápidamente se convirtió en un best seller. En 1973, a causa de la censura sufrida por The Buenos Aires Affair, dejó la Argentina para radicarse en los Estados Unidos, Brasil y, finalmente, México. Con sus siguientes novelas -El beso de la mujer araña (1976), Pubis angelical (1979) Maldición eterna a quien lea estas páginas (1981), Sangre de amor correspondido (1982) y Cae la noche tropical (1988)- confirmó ser uno de los máximos representantes de la narrativa argentina contemporánea.
Manuel Puig y la magia del relato
por Ricardo Piglia
Fuente "La Argentina en pedazos" de Ricardo Piglia
1993 Ediciones La Urraca
El gran tema de Puig es el bovarismo. El modo en que la cultura de masas educa los sentimientos. El cine, el folletín, el radioteatro, la novela rosa, el psicoanálisis: esa trama de emociones extremas, de identidades ambiguas, de enigmas y secretos dramáticos, de relaciones de parentesco exasperadas sirve de molde a la experiencia y define los objetos de deseo. Puig ha sabido aprovechar las formas narrativas implícitas en ese saber estereotipado y difuso.
Puig ha sabido encontrar técnicas narrativas en zonas tradicionalmente ajenas a la literatura: las revistas de modas, la confesión religiosa, las necrológicas se convierten en modos de narrar que permiten renovar. Las formas de la novela. Al mismo tiempo manejó siempre los procedimientos más intensos del relato (el suspenso, el escamoteo de las identidades, las revelaciones sorpresivas, las omisiones y las implicancias oblicuas, el desenlace sorpresivo y brutal) e hizo ver que el interés narrativo no es contradictorio con las técnicas experimentales. El collage, la mezcla, la combinación de voces y de registros que rompen con los estereotipos de la novela tradicional se convierten también en un elemento clave del suspenso narrativo.
El crimen que se narra en Boquitas pintadas condensa bien el mundo narrativo de Puig. En esa muerte y en el desplazamiento de las culpas se tejen, más nítidamente que en toda la novela, las relaciones jerárquicas que sustentan la intriga y los elementos melodramáticos que acompañan un mundo de rígidas diferencias sociales. La malvada de buena familia, la sirvienta engañada, el cabecita negra, la niña bien, la madre soltera, el policía ambicioso: las figuras del folletín están en primer plano, aunque el crimen no ocupe el centro de la novela. Se ve por otro lado allí un aspecto de Boquitas que a menudo ha estado disimulado por la lectura "paródica" del texto: las relaciones de violencia y engaño que definen la trama social y que Puig ha ido poniendo cada vez más en la superficie .
Puig fue más allá de la vanguardia; demostró que la renovación técnica y la experimentación no son contradictorias con las formas populares. Comprendió de entrada qué era lo importante en Joyce. "Yo lo que tomé conscientemente de Joyce es esto: hojeé un poco Ulises y vi que era un libro compuesto con técnicas diferentes. Basta. Eso me gustó." Por supuesto, ésa es toda la lección de Joyce, multiplicidad de técnicas y de voces, ruptura del orden lineal, atomización del narrador. Un escritor no tiene estilo personal. Escribe en todos los estilos, trabaja todos los registros y los tonos de la lengua.
La traición de Rita Hayworth es su obra máxima y una de las grandes novelas de la literatura argentina. En ese libro Puig encuentra, a la vez, un mundo narrativo y una técnica. Define lo que podemos llamar "el efecto Puig": esa marca que lo hace inimitable (pero fácil de plagiar) y lo distingue en la literatura contemporánea. Con Boquitas pintadas logra un espectacular éxito de público, conquista el mercado internacional y se convierte, de hecho, en el primer novelista profesional de la literatura argentina.
Los efectos contradictorios de ese éxito están narrados en The Buenos Aires affaire, que es una versión cifrada de las luchas y la competencia que definen el ambiente literario. La novela debe ser leída en la rica tradición de relatos sobre artistas y escritores que existen en nuestra literatura (desde El mal metafisico o Adán Buenosayres a "El aleph", "El perseguidor", "Escritor fracasado" o “Aventuras de un novelista atonal”). Puig convierte en novela policial la historia de un artista perseguido por un crítico asesino. La pintora que trabaja con restos y desechos que recoge en la basura es una transposición transparente del arte narrativo de Puig, construido con formas y materiales "degradados" y populares. Esa versión paranoica y sagaz del mundo literario argentino (con sus alusiones a "Primera Plana" y a la lucha por el prestigio y el reconocimiento) es al mismo tiempo una venganza y una despedida: ese mismo año Puig abandona la Argentina.
Las voces de Manuel Puig / por Clara Estrada