Apuntes Literarios
 

Recuerden su historia favorita; la que encontraron por casualidad en un libro, la que les contaban sus amigos de la infancia, o aquella que le pedían a sus padres que les repitieran una y otra vez. Todos leemos, vemos o escuchamos relatos (según el medio al que accedemos) y rara vez nos preguntamos qué es lo que los hace relatos. ¿Qué es lo que determina que una sucesión de hechos narrados pase a ser un relato? Para intentar responder esta pregunta, utilizaremos conceptos desarrollados por Tzvetan Todorov y Vladimir Propp.
Un relato se constituye a partir de acciones. Las acciones constituyen, a su vez, secuencias en relación cronológica. Tanto las secuencias como las acciones se encadenan de forma causal. Sabemos que el relato tiene un comienzo, una serie de situaciones intermedias y un final, no importa el orden en que se presenten en la narración. Lo que sí importa es la relación de causa-efecto que se establece entre ellas. En otras palabras: no importa que el relato comience con la secuencia última, la escena resultante de toda una serie de secuencias anteriores, y luego se remonte a la primera, develándonos de a poco cómo se llegó a la secuencia última. Importa que entre esas secuencias (y las acciones que éstas comprenden) haya una relación lógica de causa-efecto. Que una secuencia sea efecto de otra que es su causa, y a la vez causa de otra que es su efecto.


...lo que constituye a un relato como tal
es la existencia
de una situación de desequilibrio.
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Podemos enfrentarnos a un relato que comience con una persona matando a un hombre a balazos en un callejón y luego enterarnos por qué lo mató, qué relación los unía antes, etcétera. Pero necesitamos que las secuencias (y las situaciones que nos presentan) estén entrelazadas, que haya una causa que lleve a una secuencia y que ésta sea causa para otra, y así sucesivamente hasta el desenlace. No podemos tener secuencias inconexas en un relato.
Al decir que las secuencias del relato deben tener una relación lógica de causa-efecto, no nos referimos a que debe ajustarse a la realidad científica o a lo que dictamine el sentido común. En un relato, un hombre puede salir flotando por la ventana, pero eso debe ser causado por extraterrestres que lo abducen o fuerzas divinas que lo ascienden. No puede salir flotando porque sí.
Pero... ¿la sucesión de acciones y secuencias por sí mismas basta para crear un relato? Imaginen que salgo de mi casa, con un paquete importante que debo enviar por correo.
Llego hasta el correo, lo despacho y vuelvo a mi casa. ¿Es esto un relato? Es una sucesión de secuencias, unidas por la relación causa-efecto. Pero no es un relato, es una mera declinación de secuencias, una descripción.
En cambio, imaginen esta situación: salgo de mi casa, con el mismo paquete y el mismo objetivo. Pero a una cuadra del correo, paso por un callejón, siento que me toman de la camisa y me zarandean. De pronto, me encuentro rodeado por tres maleantes que (revólveres y navajas mediante) me obligan a entregarles el paquete y mi dinero. En ése momento se escucha: “¡Quietos!”. Es la policía. Momentos después, y recobrado del susto, despacho el paquete y regreso. En este caso, nos encontramos frente a un relato. La diferencia entre la situación anterior y ésta es que la primera es una simple declinación de sucesos entrelazados, mientras que la última cuenta con una situación de desequilibrio que mantiene la atención de los lectores, ávidos por conocer el desenlace de la historia.
Nos permitimos decir entonces que lo que constituye a un relato como tal es la existencia de una situación de desequilibrio. Pueden faltar otros elementos, o existir una serie de desequilibrios encadenados (como en las telenovelas), pero nunca se puede carecer de un desequilibrio para construir un relato. En palabras de Todorov: “No es entonces verdad que la sola relación entre las unidades sea la de sucesión, podemos decir que estas unidades deben encontrarse también en una relación de transformación”.
El desequilibrio puede provenir tanto del mundo exterior a los personajes, como de su interior. Pueden robarme cuando voy hacia el correo, o puedo tener una crisis existencial que me hace ver al mundo sin sentido. Aunque generalmente prima uno sobre otro, nunca hay relatos con sólo desequilibrios internos o externos, sino que ambos se encuentran en relación.
Para finalizar, citaremos los cinco elementos que, según Todorov, todo relato debe tener:

1. Situación de equilibrio inicial.
2. Degradación de la situación de equilibrio.
3. Constatación del desequilibrio.
4. Intento de reestablecer el equilibrio.
5. Reestablecimiento del equilibrio inicial.

Es alrededor de este ciclo que se constituye un relato, si bien pueden faltar algunos de sus elementos. Por ejemplo, una historia puede comenzar por la situación de desequilibrio -pierdo mis llaves- o por la constatación del desequilibrio -"¡oh! he perdido mis llaves". O puede finalizar sin el restablecimiento del equilibrio inicial, caso en el que nos encontraríamos con un final trunco (y yo jamás encontraría mis llaves).
Para concluir, podemos decir entonces que todo relato debe tener, obligatoriamente, acciones y secuencias encadenadas por una relación causa-efecto, así como también una situación de desequilibrio al que se intentará buscar una solución.
Causa y efecto sin desequilibrio será descripción. Desequilibrio sin causa y efecto será algo ilógico. Causa, efecto y desequilibrio se interrelacionan para contarnos una historia que nos mantenga intrigados.
Los relatos son como un sueño, un deseo que se realiza en fatuo, en el que el hombre restablece un equilibrio, equilibrio que tal vez desearía traer a su propia existencia.


De Mientras Escribo...
por Stephen King

Somos escritores, pero evitamos preguntarnos mutuamente
de dónde sacamos las ideas. Sabemos que no lo sabemos

El trabajo del narrador no es encontrar la idea sino reconocerla cuando aparece.
Escribir una historia es contársela uno mismo. Cuando escribes, lo principal es quitar todo lo que no sea la historia.
Hay que escribir con la puerta cerrada y reescribir con la puerta abierta. Dicho de otra manera: al principio sólo escribes para ti, pero después sale afuera. Cuando ya tienes clara la historia y la has contado bien (al menos dentro de tus posibilidades), pertenece a cualquier persona que quiera leerla o criticarla.
Para sacar el máximo partido a la escritura hay que fabricarse una caja de herramientas, y luego entrenarse hasta poder llevarla. Quizá entonces, en lugar de dejar una tarea a medias, se pueda tomar la herramienta indicada y poner manos a la obra. La caja de herramientas debería tener por lo menos cuatro niveles. La bandeja superior es para el vocabulario (el pan del escritor). Hay escritores con un léxico enorme y otros que emplean vocabularios sencillos y reducidos. En esta bandeja debe estar también la gramática. El mensaje que se construye debe organizarse de acuerdo con sus reglas. Infringirlas significa romper o dificultar la comunicación. Una gramática defectuosa genera frases defectuosas. El nivel que sigue de la bandeja corresponde a los elementos estilísticos, es decir a la forma de organización del párrafo y el ritmo.
Las palabras pesan. Crean frases, las frases párrafos, y a veces los párrafos se aceleran y cobran respiración propia. Te dices: ¡Increíble! ¡Respira! Quizá hasta piense. ¿Y ahora qué hago? Pues lo más lógico: pasar al tercer nivel y ponerse a escribir narrativa de verdad. Engarzarás párrafos, construyéndolos con tu vocabulario, tus conocimientos de gramática y tu estilo básico. Ha llegado el momento de descender al cuarto nivel y ponerse a corregir. Mientras cepilles bien tus puertas puedes conseguirlo, si tienes la energía necesaria harás mansiones enteras.
Todo es lícito mientras no se tome a la ligera.

Sthepen King
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Causa, efecto y momentos en el relato - por Matías D'Angelo