Apuntes Literarios
 


I
"Alicia en el país de las maravillas"

Sería improbable estimar que la infancia no representa en cierto modo un viaje en el cual la realidad se columpia entre la oniria y el sueño, la transformación y la transferencia. Charles Lutwidge Dodgson, mejor conocido por el seudónimo literario de Lewis Carroll, pone en juego estos elementos en su obra. Críticos e investigadores presumen que Dodgson intentó retornar a su propia infancia a través de las historias que cuenta a la pequeña Alicia Liddell motivadas por la amistad y el afecto que surgió durante un viaje en familia con ésta y sus hermanas a Oxford. Así lo recordó la misma Alicia Liddell quien con posterioridad refirió “una tarde de verano en la que el sol quemaba tuvimos que poner pie en tierra abandonando la barca para refugiarnos en el único tramo de sombra que pudimos descubrir. Fue allí que llegó la habitual petición…Cuéntenos una historia…"
Y así fue como Carroll, matemático y profesor de lógica escribió una serie de historias donde aplicó el “nonsense” (sin sentido), que curiosamente carecían de la modalidad propia de la época.
La fantasía se impuso en sus libros y atrapó a miles de lectores (adultos en gran número) lo que determinó el reconocimiento mundial de la obra; pocos libros han sido tan traducidos como Alicia en el país de las maravillas (1865). Pero vayamos al interior de estos textos. Como primera observación podríamos decir que tras cada línea de la narración el autor pone de manifiesto las múltiples imágenes que se esconden en la infancia, cuyo fin recóndito es desarticular y desafiar la unidad del adulto que ya no encuentra de manera simple el camino del pase hacia la ensoñación. Donde puede hacer todo y donde todo lo puede sin que el mundo se altere. Quizás por ello la lectura sorprende desde el vamos.
¿Existe niño o adulto que no se lance tras un conejo blanco que lleva puesto un chaleco, y por añadidura se detiene y saca de un bolsillo un reloj en el que consulta la hora? Todos conocemos la respuesta. Salvo por un estado de imposibilidad no hay ser humano (no importa la edad) que se resista. De este modo, en Alicia en el país de las maravillas, el escritor nos hace cruzar el límite sutil y abismal hacia lo fantástico y el velo cae y la magia se instala y las agujas del reloj naturalmente giran y giran en revés en un quiebre natural, con un paso que bien puede ser un estado de ensoñación o imaginación exaltada. Y esto constituye una muestra depurada del género fantástico. Como si la urdiembre de cada pasaje del texto sumada al efecto de las palabras no bastaran, Carroll realizó estilizadas ilustraciones, a juicio de algunos demasiado modernas para la época. Frente a estas consideraciones el autor convino en que finalmente el artista John Tenniel se ocupara de los dibujos.
Alicia en el país de las maravillas es el único libro de “nonsense”escrito para niños sin que sea infantil, donde el mensaje para el adulto es una constante que remite y dibuja de un modo explícito la sociedad en su modo de proceder, que por lo cambiante e impredecible ronda los bordes de lo fantástico. Lo cierto es que el intersticio, la ranura por donde el ojo avizora, el salto que nos lleva más allá está en cada tramo de este libro y, aún más, palpita, nos conduce a una región del espíritu inexplorada, desconocida, fascinante y distinta para cada uno de nosotros. Entonces, amigo lector sólo resta agregar que todo depende de la llave y la puerta que elijamos. Y por una vez…simultáneamente…en un tiempo…en un lugar…nos podemos encontrar...

De “Alicia en el país de las maravillas”, fragmento

…pero cuando el conejo realmente sacó un reloj del bolsillo de su chaleco, miró la hora y apresuró su carrera, Alicia se incorporó de un salto, porque comprendió de pronto, que nunca había visto un conejo con bolsillo de chaleco, ni con un reloj para sacar de él; y ardiendo de curiosidad, corrió tras el animal a través del campo, afortunadamente justo a tiempo para verle desaparecer en una gran conejera bajo el cerco.
Alicia le siguió rápidamente, sin detenerse a considerar ni una vez como iba a componérselas para luego salir de allí.
Durante un trecho, la conejera se extendía recta como un túnel, y después, se hundía súbitamente. Tan súbitamente, que Alicia no tuvo tiempo para pensar en interrumpir su carrera antes de encontrarse cayendo por lo que parecía ser un pozo muy profundo. O el pozo era muy profundo, o ella caía muy lentamente, porque mientras descendía le sobraba tiempo para mirar alrededor y preguntarse qué iría a pasar a continuación. Primero trató de mirar abajo para descubrir adónde iba, pero estaba demasiado oscuro para ver algo; después miró las paredes del pozo y observó que estaba lleno de armarios y librerías; aquí y allá veía mapas y cuadros colgados. Atrapó al vuelo un frasco de uno de los armarios; la etiqueta decía MERMELADA DE NARANJA, pero para su gran desilusión estaba vació; no quiso dejarlo caer por miedo a matar a alguien, de manera que se las ingenió para ponerlo, al pasar en un armario.
-¡Bueno- pensó Alicia-, después de semejante caída, no será nada rodar por las escaleras! ¡Qué valiente me creerán todos en casa! ¡Vaya, si yo no diría nada ni aún después de caerme del tejado.
Abajo, abajo, cada vez más bajo. ¿Nunca terminaría de caer?
-"Quisiera saber cuántas millas he caído ya" –dijo en voz alta- "Debo estar llegando cerca del centro de la tierra. Vamos a ver..."

II
“A través del Espejo y lo que Alicia
encontró allí”

El éxito de Alicia en el país de las maravillas provocó una continuación, A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (1871). Como casi todo el mundo conoce, la trama está basada en un partida de ajedrez y el tema gira sobre las aventuras de una niña que ha conseguido atravesar un espejo, que se vuelve para ella inconsistente. Otra vez el juego ambiguo donde la metamorfosis reina. El relato mismo conforma el espejo, maravilloso y mágico y, como él, es el elemento esencial que divide el mundo interior (inconsciente) del exterior (consciente). No sólo duplica la realidad sino que juega con ella y la invierte. Es el paso de un lado al otro, la osadía, la perturbación, la pulsión, la unidad del alma que se atreve a dejarnos para ir del otro lado, donde la norma, la conciencia y la propia razón son como son de ése lado. Un desafío para el adulto que no puede o no se atreve a traspasar el espejo. Porque quizás intuya que se encontrará frente a su yo puro. Y todo sucede al revés, como en un sueño, que es en el fondo el juego de espejos que nos hace la misma vida. Es así que el paso por estas páginas, nos marca la infancia como la imagen de los sueños, de la despreocupación. Los ojos de la niñez, espejo del alma que todo lo puede en el sueño, país de la libertad y el tintinear de la maravilla secreta. En este texto se nos revela que el soñador consciente (adulto) teme no poder traspasar la barrera y regresar. En cambio, el soñador de la infancia aspira sólo a estar del otro lado, en un mundo mágico maravilloso, fuera de la conciencia y del yo. Es un legado múltiple porque encanta al niño y sorprende al adulto pues le abre una dimensión que le posibilita otro modo de encarar los hechos y circunstancias que requieren los actos del quehacer cotidiano. Vivir con un pie aquí y otro fuera. En este mundo que conocemos bien sabido es que todo depende de dos principios para el equilibrio. Quizás sería cuestión de comenzar a probar esta transposición entre lo real y lo fantástico.

De “A través del espejo y lo que Alicia encontró allí”, fragmento

-…Y si no eres buena inmediatamente- agregó -, te pondré del otro lado, en la casa del Espejo. ¿Qué te parecería eso?
-Ahora, Kitty, si prestas atención y no hablas demasiado, te contaré todas mis ideas acerca de la casa del Espejo. En primer lugar, está la habitación que puedes ver a través del cristal… Es exactamente igual a nuestra sala, sólo que las cosas van en el sentido contrario. Puedo verlas a todas cuando me subo a una silla…Todo, menos el rinconcito, detrás de la chimenea. ¡Oh, cómo me gustaría poder ver el rinconcito! ¡Me gustaría tanto saber si tienen fuego en invierno ¡Es difícil saberlo a menos que nuestro fuego…


¿En un mundo del revés? - por Marta Mutti