Apuntes Literarios
 


Subiré al cielo,
le pondré gatillo a la luna
y desde arriba fusilaré al mundo,
suavemente,
para que esto cambie de una vez.
RGT

Hace 100 años, un 29 de marzo de 1905, nació en Buenos Aires, de una familia de inmigrantes, este prolífico artista que impregnó su obra de los sueños, los personajes, las luchas y las contradicciones de su tiempo, pero que también supo plasmar en ella las preguntas por el sentido de la existencia, propias de todos los hombres. Para esas preguntas, la poética que propuso en sus artículos, cuentos y fundamentalmente en sus poesías, fueron una vía de respuesta esperanzada y una voluntad de trascendencia.
González Tuñón resulta hoy un autor difícil de encasillar o de clasificar, porque se movió en la bohemia de principios del siglo XX y participó de las renovaciones poéticas de la vanguardia sin enrolarse exclusivamente en ningún movimiento. Participó en los grupos de Florida y Boedo, pero encontró su particular manera de integrar, nutrido por las ideas del surrealismo, la vocación estética y la política. Su poesía le puso voz a los dolores y a las luchas sociales y su compromiso lo llevó, por ejemplo, a aglutinar a escritores de la talla de Neruda, Hernández, Vallejo y García Lorca en torno a los ideales republicanos durante la Guerra Civil Española.
En este sentido, su obra responde a dos requisitorias que se le hacen al poeta: por un lado, que tenga una mirada estética sobre el mundo, valorada por sí misma, y sea un intérprete estético de la realidad; por el otro, que asuma un compromiso con la historia, haga de su arte un arma más para los ideales revolucionarios y sea un intérprete político de la realidad. Tuñón reunió en forma indisoluble ambos aspectos, desechar alguno es hacerlo con gran parte de su obra y dar de él una visión parcial. Sus textos, en gran medida autorreferenciales, se reelaboran a sí mismos y se constituyen en una mirada sobre el mundo y una historia del que mira.
Su escritura, entonces, emprende un camino, encontrar respuestas e indagar la naturaleza humana, y es también una búsqueda permanente de definir la figura del poeta. Su personaje “Juancito Caminador”, anti-héroe propio de la modernidad y fuente de inspiración de numerosas composiciones musicales, es una suerte de alter ego que homologa la tarea del poeta con la del mago y la del titiritero, los hacedores de fantasías. Esto, que parecería una incongruencia con su actitud política, no lo es si se considera que lograr que el lector acceda a otra realidad, a otra mirada sobre el mundo, es lograr el no menos revolucionario objetivo de transgredir un orden, de rebelarse contra la lógica instaurada.

POEMAS

Lluvia

Entonces comprendimos que la lluvia era
hermosa.
Unas veces cae mansamente y uno piensa en los
cementerios abandonados. Otras veces cae con furia, y uno
piensa en los maremotos que se han tragado tantas
espléndidas islas de extraños nombres.
De cualquier manera la lluvia es saludable y triste.
De cualquier manera sus tambores acunan nuestras
noches y la lectura tranquila corre a su lado por los canales
del sueño.
Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban.
No habían despertado todavía al amor.
No sabían nada de nosotros.
De nuestro gran secreto.
Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos
voluptuosos, la ternura de nuestra fatiga.
Acaso los rostros amigos, las fotografías, los paisajes
que hemos visto juntos, tantos gestos que hemos entrevisto
o sospechado, los ademanes y las palabras de ellos, todo,
todo ha desaparecido y estamos solos bajo la lluvia, solos en
nuestro compartido, en nuestro apretado destino, en
nuestra posible muerte única, en nuestra posible
resurrección.
Te quiero con toda la ternura de la lluvia.
Te quiero con toda la furia de la lluvia.
Te quiero con todos los tambores de la lluvia.
Te quiero con todos los violines de la lluvia. […]

 

El poeta murió al amanecer

Sin un céntimo, solo, tal vez como vino al mundo,
murió al fin en la plaza, frente a la inquieta feria.
Velaron el cadáver del dulce vagabundo
dos musas: la esperanza y la miseria.
Fue un poeta completo de su vida y su obra.
Escribió versos casi celestes, casi mágicos,
de invención verdadera,
y como hombre de su tiempo que era,
también ardientes cantos y poemas civiles
de esquinas y banderas.
Algunos, los más viejos, lo negaron de entrada.
Algunos, los más jóvenes, lo negaron después.
Hoy irán a su entierro cuatro buenos amigos,
los parroquianos del café,
los artistas del circo ambulante,
unos cuantos obreros,
un antiguo editor,
una hermosa mujer, y mañana, mañana,
florecerá la tierra que caiga sobre él.
Deja muy pocas cosas, libros, un Heine, un Whitman,
un Quevedo, un Darío, un Rimbaud, un Baudeleire,
un Schiller, un Bertrand, un Bécquer, un Machado,
versos de un ser querido que se fue antes que él,
muchas cuentas impagas, un mapa, una veleta,
y una antigua fragata dentro de una botella.
Los que le vieron dicen que murió como un niño.
Para él fue la muerte como el último asombro.
Tenía una estrella muerta sobre el pecho vencido,
y un pájaro en el hombro.

 

El poema internacional

[…]
En las paredes los afiches gritaban al mundo.
El hombre de la bomba quedó con la mano destrozada.
Arrojaba pedazos de pulmón por la boca y todo él respiraba
y cuando estuvo muerto todo él respiraba todavía
y todos respirábamos y todos teníamos la mano destrozada
y todos echábamos pedazos de pulmón por la boca
y todos gritábamos - ¡el pulmón y la mano!
y todos gritábamos - ¡la dignidad humana!
Madre, me fui detrás de los obreros cantando.
Vamos a dar la vuelta al mundo cantando
[…]
hacia las montañas de acero,
hacia el club y hacia la higiene,
hacia la libertad sexual, hacia la electricidad,
hacia el petróleo y el agua, a nosotros, a nosotros,
hacia la dignidad humana.
Y una muchacha me dijo: - Pasaron hacia allá.
Y yo vi una nube de polvo luminosa en el alba y me quedé
pensando.
Quiero decir: - Me fui tras ellos.

 

Entonces, si el hacer poético es truco, milagro, sortilegio, conjuro, ¿cuál es el poder de la literatura y cuál es su límite? González Tuñón pone la palabra en el ejercicio de la vida.
A través de lo fragmentario, el montaje de imágenes heterogéneas, la sustitución del sujeto por el protagonismo del disparate, la inclusión de elementos no poéticos, las asociaciones inusitadas, el vanguardismo de este poeta rescata escenarios, personajes y vivencias olvidados o desapercibidos y construye su poesía a partir del detalle que crece y se re-crea en una nueva lógica de la mirada.

En el 2005, centenario del nacimiento de este poeta, encontrar sus textos en las librerías es apenas un deseo. La reedición de sus obras o la edición completa de ellas, es una deuda que está pendiente. Aunque de la Buenos Aires que pintaron sus poemas, apenas sobreviva algún rastro, sería hermoso que los jóvenes de hoy pudieran visitar aquella ciudad de la mano de Raúl González Tuñón, que le dedicó tantas páginas. Como dice Héctor Yánover: Una ciudad no cantada no tiene historia, él hizo la historia al cantarla.


Raúl González Tuñón: un poeta que resiste el olvido - por María Angélica Basualdo