El relato fantástico nos permite crear mundos y
personajes, situaciones que escapan de lo cotidiano y nos
muestran otra realidad que refleja la nuestra desde otra
perspectiva.
La fantasía encuentra forma en estos relatos de diversas
maneras. Siempre hay nuevos modos de introducir lo
extraño, lo onírico, lo que no es común a la realidad tal
como la conocemos. Podemos decir que en este menester
hay dos vertientes principales. Esto no quiere decir que no
existan otras, tal vez intermedias o distintas, o que no haya
un entrecruzamiento, o que no estén por surgir otras nuevas.
Todo depende de la inventiva del autor que decide contar
una historia y de cómo decide contarla.
Volviendo a las dos vertientes principales, la primera es
aquella en la que se crea un mundo distinto del nuestro,
sujeto a sus propias leyes y mitos. En éstos, los personajes
son ajenos a nuestra realidad, no conocen el mundo en el
que vivimos. Generalmente son mundos de estilo medieval,
donde proliferan los magos y las criaturas de leyenda, como
los elfos, los dragones, los centauros. Similares a los Relatos
Artúricos y de los Cuentos de Hadas, donde los reyes y
príncipes se enfrentan a brujas y dragones, sin cuestionar
su existencia y tomándolos como algo más de su realidad.
Los lugares tienen su historia, así como las razas y
criaturas que nos encantan con sus costumbres, lenguajes
y tradiciones. Nos envuelven en una atmósfera distinta,
nos transportan.
Dentro de esta vertiente podemos ubicar las obras de
J.R.R. Tolkien y Ursula K. Le Guin, exponentes increíbles
en la creación de estos mundos. En El Señor de los Anillos
de Tolkien encontramos elfos, enanos, magos, humanos,
hobbits, ents y un largo etcétera, que conviven en la Tierra
Media. Así como en Un Mago de Terramar de Le Guin a
gebbets, dragones y también magos en el Archipiélago de
Terramar.
Por otro lado, se presenta la vertiente en la que se parte
del “mundo real”, más específicamente, un mundo similar
al nuestro, donde podemos reconocer las leyes que nos
rigen, nuestros objetos y rutinas, nuestras costumbres. Hay
un efecto de verosimilitud, de semejanza con la realidad. Y
a partir de allí se empieza a vislumbrar algo que subyace,
algo que quiebra ese orden conocido y nos introduce, junto
a los personajes, en aquello de la realidad que éstos
desconocen, aquello que diferencia su realidad de la nuestra
(y que a veces puede hacernos dudar de la consistencia de
esta última). Surge lo fantástico a partir del quiebre, pero
de manera dosificada, y se va intensificando. Nos
aproximamos a ese aspecto de la realidad saboreando el
extrañamiento que le produce a los personajes, así como
también la dualidad entre ambas facetas, que pasan a
constituir dos mundos encontrados en la misma historia. Y
este encuentro no suele ser armonioso, sino que por el
contrario es la base del conflicto en este tipo de relatos.
Como exponentes de esta vertiente podemos mencionar
a la ultra-conocida saga de Harry Potter, de J.K. Rowling y,
desde el terror gótico, las Crónicas Vampíricas de Anne Rice.
En Harry Potter solemos encontrar algunas situaciones
inusuales que chocan con la realidad hasta que se nos
introduce en la faceta mágica de este mundo, a partir de lo
que se produce la ya mencionada intensificación de lo
fantástico. En los distintos libros que componen la saga
encontramos la misma estructura: se parte de lo real, surgen
algunos elementos de lo fantástico y se nos termina
introduciendo en el mundo mágico cuando Harry vuelve a
Hogwarts.
En el caso de las Crónicas Vampíricas, en Entrevista con
el Vampiro encontramos un vampiro secular, sin poderes ni
otros elementos sobrenaturales, más que ser inmortal y beber
sangre. A través de las Crónicas se van intensificando los
elementos fantásticos, haciendo que los personajes
adquieran poderes como vuelo, encender fuego con la
mente, telepatía, etc., que quiebran de forma más
pronunciada esa realidad.
Podemos mencionar otras vertientes o sub-vertientes,
híbridos, ingenios en la confección del relato fantástico para
extrañarnos y apasionarnos con estas historias. Mundos
como el de las Fábulas Invernales de Carlos Gardini, donde
presenciamos una realidad de la que podríamos ser
antecesores, donde sospechamos estar frente a nuestros
descendientes, pero en un mundo sujeto a sus mitos, un
mosaico de mitologías donde los personajes parecen ajenos
a nuestra realidad, pero en los que aún vemos sus trazos.
También relatos en los que no conviven el “mundo real”
con el fantástico, sino que a un personaje de la “realidad”
se lo traslada a un mundo fantástico propiamente dicho,
como en El Mago de Oz, de Frank L. Baum. O por qué no,
lo inverso.
Planteamos entonces que, en la literatura
fantástica, predominan estas dos vertientes, en las que
vemos un mundo distinto y nuestro mundo, y de las que
surgen otras nuevas que las combinan, se les oponen, las
transforman. Y así enriquecen a esta literatura,
acercándonos cada vez más a las posibilidades imposibles
que buscamos.
Vertientes principales en la literatura fantástica - por Matías D'Angelo