Apuntes Literarios
 

El género policial nace a principios del siglo XIX. No es un dato más si no que es fundamental para comprender su nacimiento en un determinado contexto histórico. El 19 es el siglo de las grandes urbes, ciudades modernas copadas por la nueva burguesía, con personajes netamente urbanos como la policía y los cuerpos de seguridad que están empezando a organizarse sistemáticamente. La superpoblación de las grandes ciudades hizo necesaria la prevención del delito y del crimen en general, y es en este contexto donde aparece la creación de la policía profesional, encargada de la resolución de los misterios de la sociedad a través de la inteligencia del hombre, o más bien, a través del método que culmina con el descubrimiento de la verdad y con la restitución del orden que el crimen había reemplazado. Por lo tanto lo propiamente policial en la literatura comienza a partir de la existencia de detectives y policías, quienes vendrían a ser los nuevos héroes modernos.
Auguste Dupin, es el primer detective de ficción que luego servirá de modelo al famoso Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle. Dupin aparece por primera vez en Los crímenes de la calle Morgue (1841) del escritor norteamericano Edgar Allan Poe, quien escribió y publicó ese mismo año otros dos cuentos policiales, El misterio de Marie Roget y La carta robada. Todos coinciden en poner a Poe como el padre del género policial clásico, que luego tendrá su auge con los escritores ingleses Chesterton, Conan Doyle y Agatha Christie. Los tres cuentos de Poe contienen los ingredientes básicos de este tipo de relato: un misterio inexplicable, un detective aficionado, una metodología basada en la inducción, un razonamiento metódico y gradual, una técnica para mantener la intriga hasta el final.
Analizando El crimen de la calle Morgue, para ejemplificar lo más brevemente el modelo de un cuento policial clásico, nos encontramos en primer lugar con:
- Un misterio inexplicable: Dos mujeres asesinadas en una habitación que parece inaccesible. “Extraños asesinatos: esta madrugada, hacia las tres, los habitantes del barrio (…) fueron despertados por una sucesión de terribles gritos que provenían, aparentemente, del cuarto piso de la rue Morgue, ocupada únicamente por la Sra L`Espanaye y su hija Camilla L`Espanaye. (…)Al entrar en una ancha pieza en el cuarto piso (cuya puerta, estaba cerrada y con llave por dentro, fue abierta a la fuerza), se presentó ante los ojos de todos un horroroso y sorprendente espectáculo.
-Un detective aficionado: En aquella época no podía menos de notar y admirar (…) una habilidad analítica peculiar en Dupin. (…) Se jactaba con una sonrisa de satisfacción, de que muchos hombres tenían para él ventanas en sus pechos, y acostumbraba dar a tales palabras pruebas inmediatas y sorprendentes de su íntimo conocimiento de los hombres.
-Una metodología basada en la inducción, un razonamiento metódico y gradual: Quería decir que las deducciones eran los únicos medios propios, y que la sospecha procede inevitablemente de ellas, como el único resultado. Cuál es la sospecha, sin embargo, no puedo precisarlo todavía. Sólo deseo demostrar a usted que, en cuanto a mí, era suficientemente eficaz para dar una forma definida -una cierta tendencia- a mis investigaciones en el campo del crimen.(…) El asesino es material y ha escapado materialmente. Ahora, ¿cómo? Afortunadamente no hay más que un modo de razonar sobre este punto, y este modo debe guiarnos a una conclusión definida. Examinemos uno por uno los medios posibles de salida…
- Mantener la intriga hasta el final: La resolución del crimen, cometido por un orangután, se da en los últimos párrafos del relato, y el lector ya sabe que habrá una explicación para este crimen, en apariencia, inexplicable. El suspenso va creciendo a lo largo del relato y así se mantiene hasta el final.
Basándose en estos factores Poe plantea un pacto entre el lector y el escritor donde el relato debe proponer un enigma que solo es posible dilucidar si se utilizan los indicios y las pistas que aparecen en la narración. El relato policial exige un ordenamiento riguroso de la trama para que el lector, y el detective, puedan vincular los hechos con lógica interior. Con rigor deductivo van desentrañando el enigma al reunir esos hilos en el desenlace. Generalmente al principio se presentan varias pistas fáciles y tentadoras a primera vista, pero que en general resultan falsas. La solución solo se presenta al final del relato, porque es la manera de mantener el suspenso. Es importante aclarar que para la solución del misterio se descarta toda salida sobrenatural e inexplicable.
El interés está siempre centrado en el argumento, que debe ser riguroso para que los misterios se puedan aclarar en forma deductiva. La acción es la que brinda el mayor suspenso. Los personajes tienen caracteres bien definidos y no evolucionan a lo largo del relato: los buenos (el detective, la policía, el inspector) se contraponen a los malos (el asesino, el espía). En cuanto a la estructura, es al revés del cuento tradicional: el enigma se presenta al principio y debe ser resuelto al final; por lo tanto el tiempo para aclarar el misterio procede en dos sentidos, el futuro, mientras avanza la investigación, y el pasado, cuando se revela el enigma. En cuanto al ambiente, tal como decíamos al principio, por lo general es urbano. En los primeros relatos la escena del crimen o del delito era en lugares cerrados, luego ha ido evolucionando y en la actualidad la violencia sucede en las calles ante la mirada indiferente de los testigos.
Ya en el siglo XX, la escuela norteamericana criticó el escaso realismo del género policial clásico (desarrollado mayormente en Inglaterra) y centró el interés en la explicación psicológica de los hechos y en el comportamiento de los personajes. De este modo el enigma pasó a un segundo lugar de importancia con el fin de subrayar los aspectos sociales del crimen y la denuncia de una sociedad corrupta. Esto contribuyó a crear la novela negra, de ambientación urbana y callejera, donde se devuelve el crimen a la calle y a los ambientes más pobres y miserables, donde más se suele cometer, de forma que se cuestionen los valores éticos y materialistas de la sociedad capitalista de consumo como responsable, en última instancia, del crimen. Luego la llamada novela negra (con gran desarrollo en Norteamérica con Chandler, Patricia Highsmith) evolucionó y se vulgarizó, gracias a su éxito en colecciones populares, hacia el subgénero del thriller, donde se mezcla lo policial con la aventura y donde lo que importa es el puro entretenimiento, el sexo, la acción por la acción, cuanto más dura, truculenta y violenta, mejor. No podemos dejar de mencionar el indudable y valioso aporte de nuestro querido Borges a la difusión del género policial. Le dio otro status al relato policial en el orden de lo literario, tanto en sus producciones de ficción como difundiendo su lectura con la famosa serie El séptimo círculo que dirigiera junto a su amigo Bioy Casares, desde 1944, para la editorial Emecé. Sin olvidar, además, que dos años antes había publicado con Bioy, Seis problemas para Don Isidoro Parodi, el primer libro de cuentos policiales en castellano.


Yo Vi Matar a Aquella Mujer

En la habitación iluminada de aquel piso vi matar a aquella mujer.
El que la mató, le dio veinte puñaladas, que la dejaron convertida en un palillero.
Yo grité. Vinieron los guardias.
Mandaron abrir la puerta en nombre de la ley, y nos abrió el mismo asesino, al que señalé a los guardias diciendo:
-Éste ha sido.
Los guardias lo esposaron, y entramos en la sala del crimen. La sala estaba vacía, sin una mancha de sangre siquiera.
En la casa no había rastro de nada, y además no había tenido tiempo de ninguna ocultación esmerada.
Ya me iba, cuando miré por último a la habitación del crimen, y vi que en el pavimento del espejo del armario de luna estaba la muerta, tirada como en la fotografía de todos los sucesos, enseñando las ligas de recién casada con la muerte. . .
- Vean ustedes -dije a los guardias-. Vean... El asesino la ha tirado al espejo, al trasmundo.

Ramón Gómez de la Serna: Caprichos


Tras las huellas de género policial - por Clara Estrada