Dossier
 

Octavio Paz no fue un hombre satisfecho con las soluciones limitadas al problema del ser humano que dio el racionalismo occidental, el romanticismo, los simbolistas, el existencialismo. Señaló al lenguaje como instrumento del ser, en una interacción entre expresión y existencia.
Dice en su Ensayo sobre el lenguaje:
Las palabras se incendian apenas las rozan la imaginación o la fantasía. Mas son incapaces de guardar su fuego. El habla es la sustancia o alimento del poema, pero no es el poema. La distinción entre el poema y esas expresiones poéticas -inventadas ayer o repetidas desde hace mil años por un pueblo que guarda intacto su saber tradicional radica en lo siguiente: el primero es una tentativa por trascender el idioma; las expresiones poéticas, en cambio, viven en el nivel mismo del habla y son el resultado del vaivén de las palabras en las bocas de los hombres. No son creaciones, obras. El habla, el lenguaje social, se concentra en el poema, se articula y levanta. El poema es lenguaje erguido.

Su obra se alimentó de todo aquello que le permitió desorganizar el mundo tal como es, para que reaparezca su asombrosa estructura profunda, aquélla que nos concierne. Basta con asomarnos a estos versos para corroborarlo

Dos cuerpos frente a frente / son a veces dos olas / y la noche es océano.

Comprometido con todo el espectro del tiempo que le tocó vivir, corren bajo su pluma páginas donde vuelca en obras como El laberinto de la soledad, (1950-1959), el desarrollo de la identidad mexicana. El arco y la lira, (1956-1967), la poética, Marcel Du Champ o El castillo de la pureza, (1968), el arte. El ogro filantrópico, (1979), la política. No pasarán, (1936), poesía comprometida con la causa de la Guerra Civil Española. En su ensayo, Los hijos del limo, (1974) verá el lector una experimentación hacia dentro del lenguaje.
Ya en trabajos anteriores como Luna Silvestre, (1933), están presenten el lirismo y el erotismo que serán una constante en toda su obra.

Al decir de Paz, en sus palabras:

"El poema es un objeto de lenguaje, una constelación de signos, capaz de proyectar al lector a la experiencia de la poesía, que es un reencuentro con la unidad original de lo que ha sido expulsado el hombre. El tiempo primordial encarna en un instante y entonces la sucesión en lo que el hombre está atrapado, se convierte en un presente puro que lo alimenta y transmuta".

De modo concreto esta visualización verbalizadora como medio inherente del hombre, lo vuelve a definir en el remate de su poema, Elegía interrumpida:

Es un desierto circular el mundo, / el cielo está cerrado/ y el infierno vacío.

Ensayos como Claude Lévi-Strauss o el festín de Esopo, Apariencia desnuda: la obra de Marcel Duchamp, entre otros, fueron manejados con maestría, pues tenían la capacidad de sugerir más que de demostrar. Conoció a Neruda, Guillén, Cortázar, Borges, circunstancia que sumó a su experiencia y le hizo señalar en más de una ocasión:

"El poeta es aquel que revela los sueños de los hombres y los invita a vivirlos sobre la tierra".

Ganador del Premio Miguel de Cervantes (Madrid, 1981), el Gran Premio Internacional de Poesía (Bruselas, 1963), culminando con el Premio Nobel de Literatura, (1990).

En Posdata, escribe: “Cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguaje”. Particularmente creo, que es ésta, una buena reflexión para dejar sobre la hoja en blanco de nuestra libreta de apuntes y cierro esta nota abriendo el pensamiento hacia la historia que aguarda presente y viva, sin tiempos ni lugares, en este poema:

La calle

Es una calle larga y silenciosa. / Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos / las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa: /si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie. / Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas / que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue, / donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.


Octavio Paz y el Objeto del Lenguaje / por Juana Schuster