Dossier
 

¡Me voy! dijo el flaco un día. Y colgó los botines. Y colgó nuestras últimas esperanzas de verlo…un poquitito más, como queriendo prolongar la magia, como intentando detener el tiempo.
¡Me voy!, dijo el flaco hace muchísimos años atrás cuando era un botija. ¡No quiero estudiar matemáticas! Si yo ya sé que si hacemos más goles que "ellos", ganamos. ¿Y para qué estudiar física? Si yo ya rompo sus leyes. La historia se irá haciendo de a poco y en geografía, me basta con saber que el mundo es redondo como una pelota. Total, ella ya me llevará a conocer el planeta.
¡Me voy! dijo el flaco un día y dejó Wanderers para ir a un tal River en época de vacas flacas y encima en Argentina. ¡Y sin llegar ni de Peñarol ni de Nacional!
Y el flaco empezó a bordar gambetas, a tejer paredes y a darle a ella, caricias y besos de zurda que la hicieron vibrar tanto como al cemento del monumental. Y River fue campeón de la mano de un ya reconocido Enzo Francescoli y yo que era un pendejo en medio de la popu, vi emocionarse a esos viejos que no se inmutaban por nada porque… ¡Ya habían visto jugar a La Máquina! y ¡qué me van a venir a hablar de fútbol¡
¡Me voy! Dijo Francescoli un día y el podrido capitalismo no lo pudo retener y paseó sus aires principescos por Francia e Italia y nosotros nos conformábamos viéndolo vestir la celeste y darle copas América a un Uruguay que hoy vive de nostalgias y glorias pasadas. Y soñábamos…
Y el Enzo volvió, porque nunca se deja un amor tan grande a la deriva.
Y los podridos hipócritas de siempre dijeron que estaba de vuelta, que venía a robar.
Y nos terminó robando…pero el corazón .
Y dejó de ser el Enzo de River para ser el Enzo de todos, aplaudido dentro de todas las canchas, respetado por todos fuera de ellas. Jamás odiado, ni en la mismísima Bombonera. Tan gran jugador como persona.
Y volvió la gambeta, la pisada, el centro milimétrico.
Y llego la Libertadores, el tricampeonato, la Supercopa .
Y se volvió a emocionar el viejo y yo que ya no era ningún pendejo seguía comentando sus hazañas junto a él.
Y un día dijo ¡me voy! Y el flaco colgó los botines.
Te vas Enzo como si eso fuera posible. Como si fuera posible borrar la historia, u olvidarme del golazo a los polacos, o de aquel otro o del… ¡qué sé yo, el qué vos quieras!
O como si fuera posible borrar la emoción , la alegría que desparramaste en tantas batallas de 90 minutos y que sirvieron para anestesiar almas heridas por la crudeza de la realidad cotidiana.
Dicen las estrofas del himno de Peñarol, el club del cual sos hincha y en el que nunca pudiste jugar:
Serás eterno como el tiempo y florecerás en cada primavera. Y serás eterno en la memoria de todos los que amamos el fútbol y florecerás en cada gambeta de Riquelme, en cada pisada de Aimar o en cada ilusión de un pibe que desparrame fútbol donde juegue.
Y yo soñaré con que algún día llegue alguien que pueda reemplazarte. Y algunos me dirán que es una utopía.
Y yo les diré que es verdad, pero sabes una cosa Enzo, las utopías a veces pueden hacerse realidad. Vos me lo enseñaste


Hacedor de sueños / por Adrian Merel - Escritor. Periodista deportivo