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Marta Rosa Mutti
La autoficción es la estrategia autobiográfica más desconcertante y transgresora que encontramos en el panorama de las novelas del yo. El narrador y/o protagonista es el autor de la obra, cuya firma preside la portada.
No es una autobiografía, pues no anuncia que va a decir la verdad, y tampoco cabe confundirla con la novela autobiográfica, porque no comparte con esta el mismo sentido de disimulo o escondite. Al contrario, se mueve en una mayor indeterminación, pues se trata de una aparente transparencia autobiográfica que muchas nos veces deja boquiabiertos ante su posible interpretación.
La autoficción pretende:
Simular que una novela parezca una autobiografía sin serlo, lo que llevará a sostener escenas complejas y continuadas.
Disfrazar o fraguar un relato autobiográfico sustentándolo en la estructura de la novela llevada por un uso riguroso y casi permanente de los efectos de ambigüedad e hibridación.
Lo que la autoficción hace:
Se presenta con tanta verosimilitud y claridad que el lector llega a sospechar que se trata de una seudonovela o una seudoautobiografía.
Una fusión entre la propia biografía y la del protagonista de la ficción.
El paso de la novela autobiográfica a la autoficción señala el tránsito de lo ficticio al nombre propio verdadero, sin que disminuya la ambigüedad, por el contrario, se torna más sutil e inquietante. En otras palabras, lo que en la novela autobiográfica es una relación encubierta entre el autor y su personaje, que, no obstante, permite detectar el parecido entre los hechos novelescos y los sucesos biográficos comprobados, se convierte en la autoficción en una relación explícita, es decir las cartas están sobre la mesa. “Este enfoque de transparencia autobiográfica hace posible que elementos de la vida del autor, conocidos y desconocidos, irrumpan en la historia como material narrativo en bruto, coexistiendo abierta o sutilmente junto a otros que son o parecen ficticios”.
De este modo, parecería que el autor nos está ofreciendo un relato autobiográfico pero, al mismo tiempo, nos avisa de que no nos tomemos sus confesiones en serio pues su libro no es más que una novela. Casi un Reality –show literario en el que habla de sí mismo.
Al respecto dijo Enrique Vilas Mata:
No es necesario que seamos como los demás nos quieran ver, sino que la escritura puede servirnos para construirnos nuestra propia personalidad y biografía. Podemos renunciar a tener una caótica relación con los acontecimientos de nuestra vida e intentar autocrearnos, modelar nuestro propio personaje y nuestra propia biografía para uso del lector, y para uso nuestro, por supuesto.
Lo que digo está relacionado con la autoficción, pero durante mucho tiempo ignoré la existencia de esa palabra. Muchos años antes de que oyera hablar de autoficción, recuerdo haber escrito un libro que se llamó Recuerdos inventados, donde me apropiaba de los recuerdos de otros para construirme mis recuerdos personales. Todavía hoy sigo sin saber si eso era o no autoficción. El hecho es que con el tiempo aquellos recuerdos se me han vuelto totalmente verdaderos. Lo diré más claro: son mis recuerdos. (Intervención en el Panel “La creación literaria en la comunidad iberoamericana”. IV Congreso Internacional de la Lengua Española. Cartagena de Indias. 28/03/2007)
Héctor Bianciotti, un narrador de autoficción, argentino nacido en Córdoba, instalado en Francia desde 1961 ha escrito: Lo que la noche le cuenta al día (1992) y El paso tan lento del amor (1995), que forman parte de un proyecto narrativo que denominó “autoficción”, en que la delgada línea que separa los hechos biográficos y los ficticios se vuelve imperceptible. Estos libros le significaron, en Francia, la consagración de la crítica
Doris Lessing, también hizo su apuesta a este género en: El sueño más dulce. (2002).
Y la novela reciente de Julián Herbert, (México): Canción de tumba (Mondadori 2011), un retrato de su leucémica madre,se mueve en esta modalidad literaria.
Para finalizar:
Leemos en una entrevista que Jaime Cabrera le hiciera a Rosa Montero…
JC: Cuando publicó en 2003 La loca de la casa, algunos lectores creyeron que usted estaba contando pasajes de su vida, esto da pie a pensar en las diferencias entre la autobiografía y la autoficción.
RM: Ah sí (ríe) La loca de la casa… la gracia que tiene es el juego, es un juego más interactivo porque allí desde el inicio establezco un juego con el lector y cree que es una autobiografía ¿no? Pero en realidad estoy mintiendo, le dedico la novela a una hermana que no tengo, y el cráter -como diría Vargas Llosa-, la escena más importante del libro, es un capítulo en el que mi hermana melliza desaparece en nuestra infancia unos días, lo cual no es verdad porque ni tengo una hermana ni desapareció ni nada. Entonces, es un libro de ficción en realidad, escondido bajo la forma de una autobiografía. Entonces hay una especie de juego que es la repetición de una escena que la cuento de manera distinta, y esa es la clave para entender el libro.
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