Apuntes literarios
 

Oculto en el silencio de su indigencia Dostoievski puebla los anaqueles de las bibliotecas de heroicos menesteres. Frágiles inquietudes se agolpan sobre la mansedumbre de sus personajes, que envueltos en su propia tesitura rechazan el espacio físico de la no pertenencia. Ecos morales predicen la trama: nuevas farsas y ajenas melancolías recurren al culto del starets Zósimo. Es la ortodoxia en medio de la nada, el vínculo fatal de Dios en cada escrito. Es así como un hacha parte el cráneo de una vulgar usurera o es así como una mujer enreda y articula la fogosa llama espiritual de los hermanos Karamazov. Es así como el albedrío apuesta su dignidad en la ruleta y es así como la insolvencia dilata, enfática, los excesos de una Rusia genuina y hereditaria.
Un letárgico fuego de miseria y abundancia rompe los cristales de la gran literatura, el advenimiento de Fiodor Mikhailovich lo dice todo.
El más grande novelista de la historia rusa enciende las cerillas, la luz se tiende sobre cada línea de sus obras y nuestros ojos reposan en ellas y en su grandeza. Nadie perdura en el tiempo por simple comodidad. Es acaso el genio lírico lo que estimula al hombre-historia, al ego visible, a la novedad lúdica. Pocos comprenden la exigencia intelectual de Dostoievski: el zarismo, la pobreza (las deudas), la responsabilidad familiar, las hemorroides, el presidio, el juego, todo camuflado en un tiempo de rigurosidad poética donde los miedos se traducen en nada, o en casi nada.
¿Cómo responder ante la eternidad de sus preceptos? ¿Cómo fundir el metal de su elegancia? Nuevos conceptos fluyen a raudales y se incrustan entre los intersticios de una vulgaridad fortuita, donde el supuesto y mentiroso plagio logra desbordarse y donde el esfuerzo (hijo de una literatura inmejorable), sufre la pena del desamparo. Sin embargo quedan hilos de aquella luz en el secreto móvil de una fortuna póstuma, que el genio de este escritor ha dispuesto ceder a los siglos y a las conciencias.
Dostoievski dispone las fichas de acuerdo al ámbito que lo rodea. “¡Ah! ¡Que duro es esto...!”, escribe al advertir que sus manuscritos no pueden ser entregados al editor por falta de dinero ¡Cinco talentos! Todo un detalle. Dostoievski estalla y sus letras recorren el mundo. Dostoievski estalla y su perfección anula a los inicuos. “Todos salimos del Capote de Gógol”, afirma Dostoievski, casi genuflexo ante la pluma de sus maestros: Pushkin, Schiller, Sand, Scott. Todo talento anula al olvido. Todo olvido rechaza a las pequeñas maravillas, que no son otra cosa que las grandezas literarias que día a día nos iluminan la mirada.


Una mirada sobre Dostoievski - por Victor del Duca