El estudioso Borges, el ser para quien libros y bibliotecas significaron horizontes de plenitud, cuando fuera tras 'los mitos de arrabal' debió aproximarse a la fontana oral. Allí hubo de procurar, con la discreción y el respeto repetidos, allegarse a los ante-textos en la tradición oral del coraje que le arrimaban ese conocimiento de difícil aprehensión. Los mitos de arrabal, una vez descubiertos, fueron mirados, estudiados, discutidos, sospechados y afirmados por el mismo escritor, andando sus años y durante toda su vida. Foco de interés muy especial ha sido este asunto apetecido, llevado como tea cuya llama se busca alimentar y para la que cada despedida renueva desde su luz una pregunta permanente.
"El mito relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los 'comienzos'", nos orienta con poética certeza Mircea Eliade, Mito y realidad, 1981. Por tal estatus que los caracteriza, los mitos se sitúan antes del texto, llamados tarde o temprano a una carrera literaria. Una relación original los liga con la vida de los hombres que los narran y con sus creencias. De aquí que no pueden ser contados por cualquiera en cualquier lugar porque son esencialmente verdaderos, textum, tejido de vidas. Sí, la tradición del coraje que al empezar las búsquedas de Jorge Luis Borges iluminara razonablemente Evaristo Carriego, ese amigo criollo entrerriano, por él y en su saber Borges alcanza a vislumbrar el mito, a mirar y frecuentar ciertos personajes del coraje, de entre estos Nicolás Paredes, alguna vez 'patrón' de Palermo. En tanto y asumida como novela 'iniciática', El Caudillo, que Jorge Guillermo Borges, su padre, publicara en 1921, ha de ofrecerle nutrido catálogo de elementos, hitos para un estudio de génesis en este caminar. Tiempos de dictadura y prestigio de caudillos se espejan en ese libro en un juego de intrigas y mentiras, de audacia también y de coraje. De los arrabales que se señalan en el libro, evocará la reflexión de Jorge Luis "Yo tramaba una humilde mitología de tapias y cuchillos". Y en ese espacio de búsquedas hay que atender a una voz, a ese hablar, a ese gesto verbal que fuera perseguido en laborioso análisis del escritor hasta descubrir que las palabras se le entregan mansamente, cuando observa que le han sido dadas porque estaban en él: "A mí tan luego hablarme del finado Francisco Real…"
Lo cierto es que tras la búsqueda de Borges, el mito ha de llevarnos al alba de los comienzos. Y en el principio de todos los principios San Agustín deduce que "No en el tiempo, sino con el tiempo, Dios creó la tierra." Y a tal imagen y semejanza, en acto de crear, en su enzeopóiesis, en tal divinización, que ya se le impone, Borges tomará humildemente sus recaudos, procurará un tiempo, uno que se quede en el Ser, a pesar de cualquier ironía que le señale una "Nueva refutación del tiempo", Historia de la eternidad, 1936. Su relato "Sentirse en muerte" dice experiencia que le devela tiempo y ámbito mítico. Para esto debió registrar una experiencia singular. Una caminata sin rumbo fijo en noche serena lo lleva a unos barrios, no otros que las que todavía eran misteriosas inmediaciones del ámbito de su infancia. La marcha lo condujo a una esquina cuya sencillez lo predisponía a la dicha. Vislumbró una insinuación del no -tiempo. "Estoy en mil ochocientos y tantos", un flash lo detuvo en esa su eternidad. Esta experiencia que podemos calificar como religiosa en el sentido raigal del término, religo, vuelto a unir, toda vez que el escritor siente que se sale de la duración profana para enlazar con un tiempo inmóvil, con la eternidad. El caminante ha seguido un cierto laberinto para alcanzar ese centro del mundo, a partir del cual se despliega la tierra entera. Y el mirador en el tiempo inmóvil resulta ser una encrucijada, una esquina, de las de aquellas "doloridas orillas" de su ciudad. Indudablemente se le entrega ya, aquí, una "configuración simbólica". Y de tanto símbolo válido elijo: "la calle era de barro elemental, barro de América, no conquistado aún".
Las tareas previas del escritor habrán de permitirle entender la organización política y social con el ritual, Borges,"explorando sus mitos señala de manera indirecta los orígenes en una sociedad débil, instituciones ausentes y una dispersión proliferante de actos violentos. Era inevitable que ofensor y ofendido se trabaran en un cuerpo a cuerpo bajo la forma del duelo. El vacío de ley y de virtudes republicanas era ocupado por el código de honor y la virtud del coraje"( Beatriz Sarlo Borges, un escritor en las orillas 1993). No se le ocultaban a Borges quienes fueron 'los miserables elementos electorales', el salvajismo sembrado por caudillos en una hambre de votaciones. Ese esquema que da su impulsión a esa "historia verdadera" que arranca en un conflicto sociológico, ese atender a una irrupción dramática de una fuerza del alma en una sociedad y época determinada, le permitirán proponer un mito cifrado en un sentimiento de la dignidad humana fundado sobre el coraje personal del compadrito de esas orillas, del que finalmente enuncia el mito y alcanza su catarsis, su depuración de las pasiones. Lo aprendí de Pierre Brunel: "el mito nace de la conjunción de una afirmación y una negación". Importa su explicación "el mito no se reduce a una figura, llama a la otra cara. Está tendido entre dos fuerzas antagónicas, entre dos sentidos contradictorios, que puede ser el fermento para una literatura que vence el tiempo" (Pierre Brunel Mythocritique. Théorie et parcours 1992). Muy presente en el auscultar de Borges esa cobardía-coraje, conjunción de tales afirmación y negación. Estaba en el mismo Borges la voluntad de reencontrar sobre lo que puede ser mediocridad del discurso de otros, el fulgor del mito.
Y devino el "Hombre de la esquina rosada", Historia universal de la infamia 1935 también desde su título el volumen lo contiene. El cuento con su numinosidad, diciendo el lugar predestinado, en el tiempo de los tiempos, ese "duro tiempo en qué vivir", que recibiera, que le tocó 'como a todos los hombres' al 'poseedor' del coraje. Allí sucede, una de tantas veces(?) en la que el provocador resulta derrotado cuando el vengador busca salvar un honor oscura y trágicamente, y asegura la convicción de "que el hombre es artífice de su propia desdicha": El cuento "Está en la obra como algo insólito", lo dijo Borges, lo creyeron(?) algunos, como algo extraño, raro, desacostumbrado, pero que surge no en el hecho espontáneo sino después de laborioso armado con esquema e imágenes fundadoras "Leyenda policial"1927, "Hombres pelearon" 1929, mientras se estudiaba El idioma de los argentinos 1929. Y Evaristo Carriego 1930 apuntala las certezas del mito por venir: "Tendríamos, pues, a hombres de pobrísima vida, a gauchos y orilleros de las regiones ribereñas del Plata y del Paraná, creando sin saberlo, una religión, con su mitología y sus mártires, la dura y ciega religión del coraje, de estar listo a matar y a morir. Esa religión es vieja como el mundo, pero habría sido redescubierta y vivida, en estas repúblicas por pastores, matarifes, troperos, prófugos y rufianes" los que, considerará más adelante "profesaron sin duda esa fe viril, que bien puede no ser una vanidad sino la conciencia de que en cualquier hombre está Dios". Imágenes de imágenes, historias de historias, también y siempre desde su primer poemario. Ese conflicto entre la vida y la muerte y sus ritos fundadores donde los mitos de arrabal perduran.
Borges mismo nos abrirá posibilidades de conocer como si fuera el desmontaje de Hombre de la esquina rosada, La historia de Rosendo Juárez, El informe de Brodie, 1970, con su personaje zafando de su destino mítico ya sin miedo de pasar por cobarde. Aún a su pesar, pese a aquella simulada nota sobre Borges en Enciclopedia del siglo XXI, "Epílogo", Obras Completas 1974, en una pretendida negación del Otro Borges, pese a su sarcasmo, la sobrevivencia del mito es cierta y aunque el poeta juegue a minimizar la fuerza del mismo, una y otra vez éste se le impone en las voces de su presente y en un eco que no termina. Emergerá en milongas y poemas, y cuentos y testimonios por su mismo autor. El cine un sueño que supo soñar Borges, lo hará volcarse a sus preguntas por este mito, con Bioy Casares urdirá el libro de un film Los orilleros 1979, y correrán las aguas por ríos, y se harán una en el Maldonado, y seguirá la vida y las preguntas. Andará el mundo nuestro gran poeta, y desplegado en un título más de sus obras Atlas 1984, alojará esta reflexión evocadora "La zona que se llamó la Tierra del Fuego; la gente de aquel arrabal elegía (nos cuentan) esta cortada para los duelos a cuchillo. Esto habrá ocurrido una sola vez y luego se diría que fueron muchas". Y próximo al fin que es un principio, en su libro Los Conjurados, datado en la Ginebra, ya de la despedida, 1985, él recordará "Todos los ayeres (como) un sueño". Volverá a "esa mitología de la nada" para concluir "El pasado es arcilla que el presente/ labra a su antojo. Interminablemente". Y nos dejará la arcilla, el "barro elemental", con la seguridad de heredarnos la materia útil para decir y pensar la vida y el sueño de un mito.
Jorge Luis Borges caminando sus mitos de arrabal / por Perla Montiveros de Mollo