Apuntes Literarios
 

Gran atrevimiento - espero perdonable - elegir Las ciudades invisibles del exquisito Italo Calvino como tema. La razón y la causa: el placer. Y es toda una necesidad dejar que fluya algo de ello, aquí y ahora. El mayor anhelo: provocar el deseo por la lectura de esta obra, que con certeza, robará un tiempo de sonrisas y algunos otros gestos.

Calvino nos luce a Marco Polo, el mítico viajero explorador, quien se presenta ante el emperador de los tártaros con grandilocuentes descripciones de las ciudades que conoce en sus viajes y que suenan tan sencillas a los oídos de quienes cuando cerramos los ojos nos parece escuchar su voz mientras detalla los pormenores de una ciudad sutil u otra escondida o continua al Gran Kan, Señor de muchas de ellas.

Los signos, los ojos, el deseo, la memoria, los nombres, los muertos, los intercambios, el cielo acompañan y son la razón de ser cada una de estas ciudades que llevan nombres de mujer Isidora, Sofronia, Filiades, Soriana, Olinda, urbes ficcionales tan parecidas a los sueños inverosímiles, tan cercanos a la fantasía, tan representativos de nuestros deseos, de nuestros recuerdos mixturados. Pero es allí donde cobran existencia "teatros de cristal y palacios con escaleras de caracol incrustadas de caracolas marinas, donde las calles están pavimentadas de estaño o simplemente la ciudad se levanta sobre altísimos pilates y las casas, con muchas galerías y balcones, situadas a distintas alturas, sobre zancos están unidas por escaleras de mano y aceras colgantes"

Polo en su relato nos azuza con imágenes insospechadas cuando progresivamente nos hace testigos de lo que sucede en Valdrada, construida a orillas de un lago lo que provoca que el viajero que llega allí ve dos ciudades: una directa sobre el lago y una refleja invertida. Sus habitantes saben que sus actos son repetidos en el espejo, entonces "los asesinos empujan el cuchillo contra las venas negras del cuello y cuanta más sangre sale a borbotones, más hunden el filo que resbala entre los tendones". Pero también apela a otros sentidos para referirnos "una sensación como de vacío que nos acomete una noche junto con el olor de los elefantes después de la lluvia y de la ceniza de sándalo que se enfría en los braseros"

Cosas rarísimas suceden: en Sofronia que está compuesta por dos medias ciudades donde una está fija y la otra es provisional, sus habitantes la desclavan, la desmontan y se la llevan para ser transplantada en los terrenos baldíos de otra media ciudad. Zemrude es de acuerdo al humor de quien la mire, esto es: si la miras hacia arriba cuando estás feliz o hacia abajo cuando escasean las alegrías. Una de ellas se desdobla en la que está en tierra y la que se nombra, aquella de la que se dicen cosas es la que tiene mucho de lo que se necesita para vivir.

Pero el Gran Kan siente que su imperio se hunde por su propio peso y "sueña con ciudades ligeras como cometas, caladas como encaje, transparentes como mosquiteros, ciudades nervaduras de hojas, líneas de mano y alguna en que la luna pueda posarse en sus pináculos afilados y mecerse colgada de los cables de las grúas".

Ciertas ciudades tienen anverso y reverso, de un lado destella la luz y lo bello y del otro lo sombrío y lo feo; ellas, como una hoja de papel no pueden despegarse ni mirarse. Hay otras que se miran sin remedio pero no se aman, alguna toma como modelo una ciudad celeste donde flotan las virtudes y los sentimientos más elevados, aunque las creencias refieren que habría otra subterránea receptáculo de todo lo despreciable a la que tratan de ignorar, y en realidad es la que los libera de toda avaricia e interés. Leonia también: pulcra pero rodeada de sus propios desechos que crecen como montañas y amenazan día a día con hacerla desaparecer bajo un alud de desperdicios.

¿Y qué más sucede? ¿Están solas, abandonadas, inundadas o tan perdidas que no las encuentran? ¿Están a la vera del camino de 'alguienes' que las deseen habitar, atravesar o perderse en ellas, quizás? Acontece que tantas veces sus habitantes no forman parte del relato de Marco Polo, o tal vez sean demasiado silenciosos, sin embargo en algunas "encontramos mujeres de hermosos dientes que miran directamente a los ojos o a un negro ciego que grita en la multitud, un loco que se asoma por la cornisa de un rascacielos y una muchacha que pasea con un puma sujeto por una traílla". Sabemos que algo extraño sucede en Cloe donde "las personas que pasan por las calles no se conocen y al verse imaginan mil cosas las unas de las otras, los encuentros que podrían ocurrir entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias, los mordiscos" … del mismo modo sorprende que en "la ciudad justa se reconocen por el modo de hablar, especialmente por la pronunciación de las comas y los paréntesis; por las costumbres que conservan austeras e inocentes eludiendo los estados de ánimos complicados y recelosos".

Estas son las ciudades de este placentero italiano y… ¿las nuestras? ¿Es que podemos construirlas de distintas esencias ora de sueños fantasías utopías ora de polvos concretados en paredes y calles? ¿Con qué objeto? ¿La existencia de ellas o la nuestra? Será entonces el habitarlas poseyéndolas con nuestras ansias de ser y estar sin darnos cuenta de que también somos hijos paridos de sus entrañas. Cuántas veces somos por ellas olvidados, despreciados: madres. Cuántas veces tratamos de abandonarlas, de ignorarlas: hijos. El fastidio y la pasión suelen congregarse en una cuasi-histérica actitud frente a ellas. Pero seguimos seducidos: atrapados y asentados en su tierra y con sus seres, entonces volamos siguiendo el movimiento de sus cielos y el viaje de sus estrellas, nos apasiona la dinamia de nuestras mortales vidas perdidas en un maremágnum de ciudades de los signos escondidas sutiles continuas mías tuyas nuestras.


Las ciudades invisibles de Ítalo Calvino / por Patricia Camargo