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José María Merino,
Una grieta real fantástica
Por Mirian Claudia López Camporro
Internarse como lector en la obra narrativa de José María Merino, es simplemente un placer de excepción para quienes disfrutamos de una excelente propuesta literaria. Sus relatos nos permiten descubrir una curva inesperada en el camino, hechos sorprendentes que nos toman de la mano y nos llevan hacia un mundo fantástico sin ni siquiera darnos cuenta.
Alquimia: “realismo – fantasía – cotidianeidad”, son los secretos para que el lector se identifique inmediatamente con el texto al descubrir en él un aire familiar, costumbrista donde la ternura y la emoción dicen presente. Por otra parte, las paradojas buscan la aceptación de lo insólito a fin de convivir en simultáneo en la realidad aparente y la imaginaria.
Merino se propone, o no, otro espacio donde se anhela una vida mejor y más auténtica, identificándonos con los personajes pues nos pone en busca de la misma sensación.
Su extensa obra literaria, ofrece ficciones de perfil netamente fantástico tales como: La impaciencia del soñador; El inocente; La casa feliz; El fumador acecha; Mundo Balderia. Textos donde la contienda se produce por el enfrentamiento entre el deseo y el camino por encontrar la identidad y, donde se lo resuelve en base a hechos inexplicables, imposibles desde un punto de vista experimental. Lo más increíble de la mayoría de los textos narrativos que eligen esta resolución, es que lo extraordinario no tiene como fin el efecto del miedo. Es más bien una especie de reconocer que existe otra parte de la realidad que escasamente podemos visualizar.
En oposición a las obras mencionadas, hay otras como Sinara, cúpulas malvas; Maniobras nocturnas; El viaje secreto; en las que nos presenta un efecto contrario, la realidad maneja con sus exigencias a los protagonistas hasta llegar a destruir sus deseos o presentar una identificación personal que llegue a ser tanto estable como indeseada.
En cuentos Papilio Siderum; Los días torcidos; La memoria tramposa, en los que ninguno de los desenlaces citados anteriormente se presenta claramente. En ellos se vislumbran otras alternativas, como los extremos de una escalera. Le da al lector la posibilidad de recorrerla a su antojo en función de su propia interpretación ante los hechos narrados.
En el caso de La hija del diablo, Merino nos presenta lo que el denomina realismo quebradizo. Desde este concepto, nos deja en su narración una especie de grieta, de fisura que permite al lector entrar y salir de lo real a lo fantástico de forma tan natural que borra el límite entre lo uno y lo otro, se sucede entre un viaje en tren accidentando y un intermitente recorrido por siniestros cuentos infantiles a los que seguramente recordaremos de inmediato.
Merino nos enfrenta a una especial ambigüedad. Ésta a veces surge de la formación de los hechos narrados; en otras situaciones aparece en la indecisión del narrador al explicar fenómenos insólitos; también la utiliza para forjar la inestabilidad que vive el personaje entre la realidad y el sueño, tal cual ocurre claramente en Mundo Balderia.
A modo de ejemplificar lo expresado, tomaremos el último texto citado Mundo Balderia. En esta narración se percibe con total claridad esa alquimia de la que hablamos al comienzo.
Merino nos presenta este relato desde un sueño (lo cotidiano en cualquier ser humano) incluyendo en forma inmediata un personaje netamente ficticio-fantástico que se involucra con la realidad del protagonista:
“Un tipo alto, vestido con una ropa ajustada brillante, azul celeste. Había soñado algunas noches con el, pero aquella vez, cuando desperté, no desapareció.”
La descripción de un sueño dentro de otro (similitud con La hija del diablo, donde relata un cuento dentro de otro)
“Después de decir todo esto, se dio la vuelta y salió de prisa de mi habitación, y su figura fue sólo un fulgor apagado de repente. Comprendí entonces que lo que había creído un despertar había sido otra apariencia del sueño y que el verdadero despertar se producía en aquel momento, cuando ya era hora de levantarse.”
El protagonista comienza a vivir en forma simultánea la cotidiana realidad y un sueño recurrente basado en lecturas fantásticas de su infancia. Merino juega permanentemente con este paralelismo (realidad/sueño). Entra y sale una y mil veces. El lector se deja llevar de una escena a otra, se identifica con el personaje, con ese hombre real al que le suceden o sucedieron cosas similares a cada uno de nosotros.
Y, para lograr esta identificación, el autor nos relata magistralmente costumbres, complicidad, vivencias de infancia compartidas con total seguridad en otro tiempo y lugar con sus lectores.
“Nuestras familias pasaban en casa de la abuela parte del verano y fue allí donde Lito descubrió, leyendo mis libros a la luz de una linterna, lo que era Mundo Balderia.”
Los diálogos soñados con su primo Lito son otro deleite para el lector. El hombre real critica a su pariente hasta creerlo loco. Corre el mismo peligro. Llega el momento en el que el sueño se transforma en obsesión, haciendo que su prolija realidad (Hombre de bien, trabajador, compañero incondicional de su padre) sea una continuación del fantástico sueño. Se propone peligrosamente cumplir cada exigencia que le pedían en sus “horas de descanso”. Aquí, otra vez la mezcla de sueño y realidad:
“… Su coraza mostraba abolladuras y marcas oscuras, uno de sus ojos estaba cubierto por un parche y llevaba una mano vendada. Le dije que ya tenía los libros y me pidió que lo llevase sin perder un minuto. Bajamos al garaje.”
En el relato, Merino ofrece datos exactos y comprobables de la vida cotidiana del protagonista:
“Aquel día las amenazas de Estados Unidos contra Irak habían hecho subir el precio del petróleo, las bolsas habían caído todavía más, y nuestros clientes no dejaban de telefonear…”
A esta altura, el personaje ya había decidido su rumbo. Seguiría a su primo a ese lugar fantástico que sólo existía en sus libros de la infancia. Mundo Balderia lo atrajo desde su niñez hasta sus sueños de adulto:
“…allí estaba Lito.
-¿Qué haces tú aquí?
-He venido para quedarme- respondí.”
Este final por cierto, responde a lo comentado.
Perfil: Escritor español que cultiva tanto la poesía como la narrativa y la literatura infantil y juvenil. Nació en La Coruña el 5 de marzo de 1941, aunque pasó su infancia en León. Estudió la carrera de Derecho en Madrid. Ya abogado buscó la forma de involucrarse más con la cultura y la literatura. Consiguió una colaboración en la UNESCO para temas latinoamericanos. Fue director del Centro de Letras del Ministerio de Cultura. Entre sus poemarios se encuentran Sitio de Tarifa (1972), Cumpleaños lejos de casa (1973), Mírame, medusa (1982). De su obra narrativa podemos mencionar Novela de Andrés Choz (1976), La orilla oscura (1985, premiada por la Crítica), El viajero perdido (1990), Cuentos del reino secreto (1982), Días imaginarios (2002) y El heredero (2003).
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