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El weird western
Zombis, balas y hechizos de un subgénero

Por Mariano Buscaglia

Weird Western

En el mundo de los subgéneros el weird western reina. Weird es adjetivo inglés que significa extraño. Dentro del género podemos agrupar todas esas historias que transcurren en el lejano oeste y que tienen un matiz fantástico, más o menos pronunciado.
A pesar de tener una premisa riquísima, el género no prosperó en la literatura hasta mediados de la década de los 80. En la actualidad son más exitosos los westerns con premisas fantásticas que realistas.
Hacer un análisis exhaustivo del género escapa a las posibilidades de esta reseña, por lo que la misma estará plagada de lagunas que podrán ser subsanadas por la siempre rica curiosidad del lector.
Sin demasiado temor a equivocarme, The steam man of the Prairie (1868) de Edward Ellis constituye la primera novela weird western. El hombre de vapor era un autómata creado por un niño tullido con el que vive desopilantes aventuras en el far west entre indios, tesoros ocultos y bandidos. La obra fue publicada en diarios de la época y nunca tuvo su versión en libro, a pesar de ser también una obra primigenia de ciencia ficción.
Tras el hombre de vapor y sus secuelas, se suceden diferentes manifestaciones del género en las llamadas dime novels, en especial en la Buffallo Bill Weekly donde, a fuerza de exageraciones delirantes, el fantástico florece. De hecho, Joe Lansdale, el escritor que resucitaría el género en los ’80, escribió la trilogía de Ned the seal, donde todo lo que queda de Buffallo Bill es su cabeza parlante que flota dentro de una pecera, con orina de chancho por líquido revivificador. En las dime novels de Buffallo Bill son destacables las aventuras donde los hechiceros indios tienen lugar en la historia. Los viejos hombres medicinas hacen uso de sus sucias artes para obtener lo que desean.
Las aventuras pueden contarse de a cientos y no me alcanza el papel para reseñarlas. A fines del siglo XIX, Ambrose Bierce abordaría el género en muchos de sus cuentos, destacándose en El desconocido o El puente sobre el río búho. En la década del treinta, Robert E. Howard también bordearía el tema en el cuento: El horror del túmulo. Pero desde la década del 30 hasta principios de los ’80, las aproximaciones al género serán más bien tímidas en el campo literario.

Weird Western

En España se publican las novelitas de El sheriff (a partir de 1934) quien combatirá sin pudor a robots, fantasmas, científicos locos refugiados en castillos levantados en medio del desierto, dinosaurios, etc. Otras aportaciones las encontramos en el mundo del bolsilibro ibérico, como la inhallable novelita El rancho Drácula de Silver Kane. En la Argentina el mayor aporte fue dado por el escritor Lisardo Alonso que abordó el género en dos novelas: Justicia para Sutters, novelita con trazas vampíricas, y La estrella maldita, donde un meteorito desata una fiebre de oro. Tampoco hay que olvidar la primera creación de García Ferré, Pi Pío, y sus enloquecidas aventuras en el pueblo del salvaje oeste llamado Villa Leoncia.
Richard Brautigan resucitó el género en 1974 con El monstruo de Hawkline, un western gótico. Dos pistoleros son contratados por una mujer que desea que acaben con el monstruo que acecha en las cavernas subterráneas de su hogar. Más adelante llegarían los ‘80 y tanto Lansdale como Stephen King, con su saga de La torre oscura, relanzarían este género condenado a reencarnarse una y otra vez.
En el cine, Haunted range (1926) parece ser el primer weird western en imágenes en movimiento, aquí los vaqueros de turno ingresan a una casona embrujada. Algo que volvería a suceder en la eximia Dead Birds (2004). La figura del soldado confederado es recurrente en el cine de weird western. En 1977 se estrenó el largometraje The shadow of Chikara (Arg-TV: La Montaña de las sombras). A pesar de ser una película fallida, cuenta con varios elementos destacables como su ambientación y el misterio que sustenta toda la cinta. Un grupo de soldados confederados parten en busca de un tesoro indígena que yace en una fosa en lo alto de una montaña, poco a poco caen en las redes de una maldición indígena.
De 1935 es el serial El imperio fantasma, donde los vaqueros hacen frente a una civilización subterránea de corte atlante y avanzada tecnología. Maldición diabólica (Curse of the Undead, 1959) es la primera cinta en mezclar vaqueros con vampiros. El mismo tema sería abordado por el cine mexicano, casi seis años después, en la extraordinaria El pueblo fantasma, donde un vampiro pistolero asola un pueblo y lo empuja a la extinción hasta que llega el Texano a tomar cartas sobre el asunto y a echar ajos a la olla. Otros títulos mexicanos son: El pantano de las ánimas, El jinete sin cabeza, La nave de los monstruos (donde se conjugan extraterrestres, lamias y robots) y algunas otras. Los 60 pasan a la historia del género gracias a dos aportaciones capitales que sólo con su título lo dicen todo: Billy the Kid vs. Drácula y Jesse James vs. la hija de Frankenstein, que, en realidad, resulta ser la nietita. La década se coronaría con El valle de Gwangi (1969) donde los dinosaurios (animados por el legendario Ray Harryhausen) se baten con vaqueros.
Los setentas comenzarían con la alegórica El topo del chileno Alejandro Jodorowsky, donde el simbolismo y el exhibicionismo deforme se conjugan sin pausas. Seguiría en 1971 el telefilme, Black Noon, satanismo y vaqueros, y dos años después, Clint Easwood dirigiría su primer western en High Plains Drifter (La venganza del muerto), película enmarcada por un halo sobrenatural muy sutil y efectivo. En Oestelandia – El mundo de los robts asesinos (1973) los androides enloquecen y los seres humanos caen bajo la furia de un Yull Brynner electrizante.
Mientras el género renacía en la literatura de los ’80, comenzaba a decaer en el cine. Poco que reseñar más allá de las sobresalientes Pale Rider (1985) y Ghost Town (1988). En los noventa, las más destacables son las películas Grim Praire tales: Hit the trail… to terror (1990), Mad at the moon (1992), The purgatory y Ravenous que retoma el mito del wendigo junto al canibalismo.
En el 2000 el género renace, buscando argumentos más originales tras el declive del western a secas. Precuelas de sagas como Tremors, From Dusk Till Dawn 3: The Hangman’s Daughter, o Ginger Snaps, el origen utilizan el weird western para inyectarle vida a ideas que ya no podían dar más de sí. Left for dead (2007) dirigida por el inefable Albert Pyun, la destaco porque se filmó en la Argentina con intérpretes nacionales. Pero la película no deja de ser pésima y a Ezeiza es imposible hacerla pasar por el lejano oeste; por más voluntad que uno ponga de su parte.
El weird western sirve para demostrar como el fantástico siempre encuentra caminos no hollados hasta entonces por la imaginación humana. Un género anclado en el realismo y lo histórico supo conjugarse sin miedo con la porción más salvaje del delirio humano, el tan querido wild weird western (el salvaje, extraño oeste...)

 

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