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Sylvia Molloy

Algunas consideraciones sobre la narrativa de Sylvia Molloy

 

Por Norma Bruzzese

 

“¿Va o viene este instante?”
“¿Dónde es aquí para ella? (o para mí?)”
En Desarticulaciones

 

Leer a Sylvia Molloy es desarmarse, desarticularse para intentar con eso, volver a integrarse e integrar el todo, un todo.
Las historias narradas por Sylvia Molloy necesitan reconstruirse / armarse. Parecen desarticuladas. Son fragmentos, restos de historias que al contarse requieren la presencia de un lector atento y entusiasta (entusiasmo que brinda la autora en cada línea de lectura).
Daniel, el protagonista principal de El común olvido, regresa de Estados Unidos a Argentina para echar las cenizas de su madre en las aguas del Río de La Plata, tal como le fue pedido por ella en vida. Los restos que yacen en una “cajita”, Daniel los lleva consigo, cuidadosamente, a todas partes. Con ellos, había venido desde Estados Unidos para acá, a su lugar de origen y el de su madre. Necesitaba, así, reconstruir su historia. Para ello, requería la ayuda de un familiar: Ana, su tía. Será imprescindible la memoria de Ana para armarla. Sin embargo, Ana está internada y poco recuerda. Además, tiene dificultades para “decir”, para construir las frases, las ideas. Igual que ML, el personaje de “Desarticulaciones” que padece de Alzheimer y, por lo tanto, tiene problemas para organizar su habla, sus pensamientos; sin embargo, ML puede “traducir”. De eso se trata: de la importancia de la traducción. Las lenguas: el inglés y el castellano. Dos idiomas. Dos países. Daniel es bibliotecario y traductor y su labor será, en Buenos Aires, “traducir” los restos que quedan para que él pueda rearmar/ reorganizar la vida de sus padres, para luego, pensar su propia historia.
El problema son “los restos”: los restos que son las cenizas de su madre y los fragmentos con los que debe o con los que siente la necesidad de pensar su historia familiar.
Pero Daniel tiene varios problemas: Ana, su tía internada, es un personaje clave y su importancia se resignifica a lo largo de la historia porque su discurso es fragmentado, “no recuerda bien”. Cuando parece decir (decirnos) algo más, aparecen digresiones y el discurso se pierde; de la misma forma en que se pierde Daniel, quien centra su interés buscando los mínimos detalles de la historia y, así, extravía “la” historia. Daniel quiere saber, escuchar, ver; pero es débil y “se desvanece”; en realidad, Daniel parece no querer ver, no querer entender la historia de Julia, su madre quien tenía una amante.
Él también tiene un discurso impregnado de digresiones que diluyen el relato, lo desarticulan perdiéndose en “detalles” porque así lo necesita ese narrador: necesita perderse en los detalles para distraerse, para no enfrentar “The Whole Picture” del que habla cuando habla de su padre porque no lo puede (re)armar: no lo ve.
Un discurso desarticulado y con secretos. Los secretos que guarda Ana hasta su muerte, quien, en un momento, le habla de Julia con recelo, pero nunca le aclara este sentimiento.
El secreto, aquello que no se dice, lo que no se sabe y no se puede traducir aparece también en “Tapujo”, en Desarticulaciones, donde a la narradora le cuesta aceptar que haya “algo” que nunca se le ha dicho.
Con la muerte de Ana, el narrador pierde esa posibilidad de reconstruir la historia; sin embargo, aparece Charlotte (la amante de su madre) y Beatriz, su prima. Ellas reorganizarán espacios que le ayudarán a él a “traducir” la historia y “leer” los secretos.
El secreto tiene que ver con el deseo y el amor inconfesado. Así como él no sabe nada sobre los deseos que tenía su madre; en “Varia Imaginación”, la madre de la narradora también le dice que “no sabe nada de esos amores”.
El secreto da lugar a la narración porque Daniel, para reconstruir la historia, debe escuchar el relato de los otros y, de esta manera, asir su pasado; pero él jamás pregunta, no investiga, en realidad, prefiere no saber.
Finalmente, Charlotte le confiesa el amor vivido entre ella y su madre y le muestra a Daniel, la casa donde él había pasado largas horas en su infancia, pero la casa “está hecha de a pedazos”, se ha reconstruido “de a pedazos” y, será el mismo Daniel quien dirá: “mi vida está hecha de fragmentos, también mi casa”.
Daniel vive un “entre” dos: dos espacios, dos países, dos ciudades, dos amores (Cacho, un amor callejero en Buenos Aires, y su pareja en Estados Unidos), dos lenguas: inglés y castellano, y la necesidad de traducir y de reconstruir el relato, su historia.
“Deriva, laberinto y olvido...” Tampoco su madre tiene un espacio: sus restos en la cajita quedan guardados en la bóveda de la familia política de Beatriz, hija de Ana. Luego, se pierde y Daniel no encontrará más los restos de su madre.

La narración distrae con las anécdotas, con las digresiones y ellos, los personajes, también se distraen y se pierden en la memoria, con los fragmentos porque no se recuerda “bien”.

“El común olvido”… título de la novela: ¿Por qué común? ¿Por coincidir en el olvido? ¿Por compartir con otro/ s eso que queremos olvidar porque preferimos olvidar?

Dice Sylvia Molloy: “Toda vida es intermitencia, desplazamiento, distracción”

 

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