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Melodías, Kazuo Ishiguro
Por María Leone
Kazuo Ishiguro, en el 2009, después de muchos años, volvió al género del relato con su libro Nocturnos, cinco historias de música y crepúsculo, en donde la música es la excusa para ir desgranando historias donde están presentes los deseos de reconocimiento que anidan en todo ser humano y el crepúsculo, que no solo tiene que ver con un momento del día, sino con etapas de la vida. Músicos que están en sus comienzos, otros que sienten que no tienen oportunidad de triunfar, cantantes que fueron exitosos y desean volver a brillar, a costo de pagar cualquier precio para revivir unos minutos de fama.
Ishiguro maneja con notable precisión la estructura psicológicas de sus personajes, dosificando al máximo momentos de
Emoción: …cuando me di cuenta de que Tony Garner estaba allí, fue diferente. Me emocioné... había sido el cantante favorito de mi madre... Por ella, por su recuerdo, tenía que acercarme y decirle algo, y no me importaba que los demás músicos se rieran y dijesen que me comportaba como una botones de hotel... su voz sonaba bien en el silencio del canal... durante un momento volví a ser niño, allá en aquella vivienda, acostado en la alfombra mientras mi madre estaba sentada en el sofá, agotada, o quizá desconsolada, mientras el disco daba vueltas en el rincón...
Frustración: ...soy un zíngaro, como nos llaman los demás músicos, uno de tipos que rondan por la piazza, en espera de que cualquiera de las tres orquestas de los cafés nos necesiten...
Renunciamiento: ...Veintisiete años es mucho tiempo y después de este viaje, nos separaremos... todavía nos queremos... me quiere tanto como yo a ella... La cuestión es que yo ya no soy la figura de primera línea que fui en otra época... podría regresar. Pero los regresos son apuestas arriesgadas... Cambias tu forma de ser. Cambias incluso algunas cosas que amas. Mire a los otros, a esos que vuelven bañados en éxito. Absolutamente todos han vuelto a casarse... todos tienen una esposa joven del brazo...
Volar con la ilusión: ...yo abría la ventana del mirador de mi habitación, me sentaba en el ancho alféizar y tocaba la guitarra con la mirada perdida en la lejanía campestre. Hubo una serie de mañanas soleadas tras mi llegada y fue una sensación gloriosa, como si desde allí viera la eternidad y, cuando encadenaba acordes, resonaban en todo el país...
La búsqueda de la perfección, aún en la locura: ...pero te preguntas por qué no lo toco yo ¿verdad? Por qué no empuño tu instrumento y te doy un ejemplo práctico de lo que quiero decir. Si me dieras el violonchelo y me dijeras que tocara, tendría que decirte que no, que no sabría. Lo que quise decir es que yo nací con un don muy especial. Que no haya aprendido aún a tocar el chelo no cambia nada. Tienes que entender que soy una virtuosa. Pero una virtuosa todavía sin destapar. A veces me siento mal por eso, por no haber desvelado aún mi don. Pero no lo he deteriorado y eso es lo que cuenta...
Envidia: ...he tocado a la sombra de algún intérprete conocido, pero no soy lo que podría llamarse una figura de primera fila, me estaba diciendo que yo era feo. Y por eso no era figura, yo tenía el doble de talento que la mayoría, esto contaba poco...
Ironía: ...estaba dispuesto a costearme un arreglo de cara con el mejor cirujano, estaba seguro de que conmigo había realizado su obra maestra; de que al ver mi cara de perdedor, había recordado los orígenes de su vocación...
Al lector no le quedarán dudas de que Kazuo Ishiguro, sabe arrancar una sonrisa describiendo una situación desopilante y a las pocas frases trocarla en sensación de suspenso y finalmente saborear el amargor que produce la decadencia humana, el querer ser eternamente joven y bello, ingredientes ambos que parecieran indispensable para lograr el éxito:
Espero que tu mujer vuelva. Pero si no vuelve tienes que poner cierta distancia... la vida no se reduce a amar a un solo individuo. Una persona como tú no puede quedarse entre el público. Mírame a mí. Cuando me quiten las vendas ¿crees de verdad que voy a tener veinte años menos? No sé. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me quedé sin marido. Pero voy a salir ahí de todos modos, y lo voy a intentar.
Ishiguro, como si fuera un excelente músico no se priva de tocar ningún instrumento de la condición humana, no quedan cuerdas sin vibrar ni teclados sin sonar. Con palabras simples, paisajes descubiertos detalladamente, escenarios creíbles y posibles, ha desnudado casi por completo a sus personajes, reservando el toque de misterio necesario. No los dejó solos. Siempre los acompañó con sonidos melodiosos.
Nació en Nagasaki, Japón, en noviembre de 1954. Desde muy niño, vive en Inglaterra, en donde se ha convertido en uno de los autores contemporáneos más premiados. Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas. Entre sus novelas más exitosas están Lo que queda del día y Nunca me abandones. Ambas llevadas al cine, con guiones escritos por el propio Ishiguro.
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