Definir la literatura hispanoamericana.
A propósito ¿Masculino /Femenino? ¿Femenino /Masculino?
Niñez y hombre en la Región Ideal.
Narración oral, comunicación transformada en arte.
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Marta Rosa Mutti
María Negroni* transita y vive todos los géneros literarios. Es ensayista, poeta, narradora y traductora.
Cuenta Negroni
“Cuando llegué por primera vez a Nueva York”, que desde 1985 va y viene entre la Argentina y Manhattan, “llevaba conmigo una valija mal cerrada, ocho años de dictadura y exilio interno, una familia de clase media contra la que me había rebelado, varios amigos desaparecidos y una desesperación creciente frente a lo que me parecían trabas infranqueables”. Llevaba conmigo, también, mi primer libro de poemas que acababa de publicarse en Buenos Aires: De tanto desolar (1985).
Si vamos a pensarla en su poesía, María Negroni se alza en nuestra mirada como la mujer que ha cedido su cuerpo al poema para con ésta, transitar las calles e invitarla a tomar un café sobre un carril de una autopista un día lunes, en hora pico. Y allí, junto a ellas, nosotros, cómodos y acodados testigos partícipes del ritual que se instala y suspende. Y…
Rueda la espuma sobre los puentes. Una hechicera aviva las brasas de su caldero y se asoma al abismo de lo secreto. Los pájaros tallan dibujos sin líneas en el cielo.
Hay quien tiene hambre y sed y alguien se la sacia. Hay quien tiene sed para ser saciada por lo que dice la palabra.
Una poeta escribe y muestra lo no mirado. Su poesía habla y calla porque en ella la palabra suelta la voz. Dice lo que se ignora, lo que se pierde, lo que se recuerda y delinea; el entre - medio de la vida. La hendidura entre origen, destino y encuentro.
Negroni, escribe... La Ciudad Nómade
Como si de tanto ser abril, abril se esfumara. Y yo, esa mujer cansada, sin
saber qué hacer con tanta huida, dónde esconder las armas del exilio y
la astucia. Al entrar, primero a un corredor y luego a un patio cuadrado
y generoso, alcanzo a ver al hombre que tal vez me enseñe a amar. Por
un beso, recogería ese umbral, ese cielo más hondo donde sueñan sus
labios, abrazaría mis lágrimas futuras, esta penosa vida que me avanza.
Pero no me detengo, el patio hierve: unos jóvenes corren, un auto frena
en seco, rugen ametralladoras, la noche clandestina, hay un algo de nupcias
con fantasmas, de cita cantada. De pronto, dice una voz a mi lado:
—Córrete para atrás que ahí viene la ciudad.
Veo que la ciudad se acerca y pasa por delante como si fuera un río.
Una novia clara. Transcurre, de izquierda a derecha, lentamente, con su
perfil de almenas y de lumbre. Alborozada, me pregunto por dónde he
de cruzarla.
Y… el trazo de la búsqueda rebasa la vida por senderos desnudos de silencios. Amores, odios, almas, pasiones, que se encuentran, que se pierden. El origen primero, la pregunta de las preguntas que impone la condición de ser. Llamea la idea, crepita la sangre. El dolor y el placer se conjugan en un ritmo armónico en un universo constreñido en un puñado de signos que escinde hacia otros mundos, repetidamente multiplicados en el encuentro del poeta y la palabra.
Afirma Negroni: “La poesía es una lucha feroz contra las palabras y una queja interminable por ese destierro del cuerpo que ocurre siempre a manos del lenguaje”
Ut pictura poesis
habría que decir
un trazo
de ningún lado a ningún lado
o bien esa minúscula
alegoría de lo abstracto
el mundo
acaso
-----efímero
------------tejiendo
signos imprecisos
de un alfabeto olvidado
o estrellas
donde comienza el deseo
de no morir
y morir
esas ganas de arder
en lo incompleto
como un rojo que colmara
una ausencia con su ausencia
habría que decir lo que promete
una moneda a la absoluta
casa imaginaria
y trae siempre
lo que tuvo que traer
como deriva luminosa
de un fracaso
Negroni explica: Si alguien dice “mesa”, todos entienden y no hay duda del significado. La poesía, en cambio, se corre de ese lugar y desconfía de las palabras, porque existe una brecha entre la realidad y la palabra que la nombra, y se pregunta ¿realmente saben qué es una mesa? ¿Y si se trata de palabras más complejas como “amor”, “muerte”? ¿Realmente saben lo que significan?
De El viaje de la noche (1994): La jaula en flor
El tren nos deja en el gran canal de una ciudad helada y majestuosa. Ah, los pájaros volverán a atravesar este invierno y el precio de las noches pálidas, sin luna. Oigo cómo silbás una canción que yo compuse, y no sufro. Sufrir me distraería de este sitio donde ni vos ni yo tenemos nombre. Te dejo, semidormida, en un hotel que es un barco y me alejo pensando en nuestra casa futura, esa isla que todavía no existe, esa promesa nueva de despojos. No siempre es fácil entender por qué huimos. El país nos abandonó hace tiempo con algunas penas y un miedo de no ser nada sin ellas. La ciudad donde dormís ahora se mece como queja, golpea contra el muro desolado de los muelles. Yo comienzo a desvestirme en una jaula que florece. Te amo. Es Estocolmo la que viaja, no nosotras.
Concluimos... María Negroni como poeta inaugura una particular manera de decir, manera que alcanza desvistiendo el lenguaje, apropiándose del lugar exacto de la palabra para que estalle en significados. Lo que nos lleva a pensar que: Habrá puentes que cruzar, y debajo, el agua que nos descansará la sed y también un cielo dispuesto a desplomarse, para que la poesía palabra, se haga dueña de los versos que fluyen, excavan, dominan, liberan, abren ventanas, inundan bajíos, hasta completar una arquitectura que abrace al alba, pueble la nada y borre el empañamiento de la transparencia cuando llueven lágrimas...
* María Negroni (Rosario, Argentina, 1951). Tiene un doctorado en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Columbia, Nueva York. Ha publicado en poesía: De tanto desolar (Libros de Tierra Firme, 1985); La jaula bajo el trapo (Libros de Tierra Firme, 1991); Islandia (Monte Ávila Editores, 1994; Station Hill Press, N.Y. 2001); El viaje de la noche (Editorial Lumen, 1994; Princeton University Press, 2002); Diario Extranjero (Pequeña Venecia, 2000; Maison des Écrivains Étrangers, 2001); Camera delle Meraviglie (Quaderni della Valle, 2002), La ineptitud (Alción, 2002), Arte y Fuga (Pre-Textos, Valencia 2004), y Andanza (Pre-Textos, Valencia, 2009). También publicó cuatro libros de ensayos: Ciudad Gótica (Bajo la luna, 1994, segunda edición, 2007), Museo Negro (Grupo Editorial Norma, 1999), El testigo lúcido: La obra de sombra de Alejandra Pizarnik (Beatriz Viterbo Editoras, 2003), y Galería Fantástica (Premio Internacional de Ensayo Siglo XXI, México, 2009), dos novelas: El sueño de Ursula (Seix-Barral, Biblioteca Breve, 1998) y La Anunciación (Seix-Barral, Biblioteca Breve, 2007), entre otros.
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