Dossier
 

¿Qué relación de igualdad de esencia, hay entre el cuento El Palacio de las Bellas Durmientes, de Yasunari Kawabata y el libro Memoria de mis Putas Tristes, de Gabriel García Márquez. El centro de las historias es el mismo, ambas nos muestran, que en el hombre, el deseo sexual, desaparece junto con su vida. Pienso que García Márquez, anticipándose a alguna crítica ó reclamo, inicia su libro transcribiendo la primer frase del Palacio de las Bellas Durmientes, como si nos hiciera un guiño a los lectores, sabiendo que una vez iniciada la lectura, pronto olvidamos a Kawabata y nos perdemos en un relato con ritmos y aromas caribeños. El punto de partida es similar, pero el disparador que los lleva a pasar una noche con una joven, son bien distintos, además, el estar dormidas en una obra es una condición, en la otra una circunstancia, veamos ¿que esperaban de ellas?

Uno...
...No debía hacer nada de mal gusto,- advirtió al anciano Eguchi la mujer de la posada. No debía poner el dedo en la boca de la muchacha dormida ni intentar nada parecido... -Y le ruego no intente despertarla, aunque no podría, hiciera lo que hiciese…continuará dormida y no se daría cuenta de nada...

El otro:
El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen…Le insistí que debía ser doncella y para esa misma noche…
Nunca he pensado en la edad como en una gotera en el techo que le indica a uno la cantidad de vida que le va quedando…La niña era bella, limpia y bien criada, pero estaba muerta de miedo, me confesó que le había dado a la niña un bebedizo de bromuro de valeriana y ahora estaba dormida…

La diferencia de enfoque, está basada en la diversidad cultural que se da en ambas etnias. Los orientales con milenios de civilización en su haber, basan su vida en lo espiritual, la contemplación, la filosofía, el respeto hacía las personas mayores, la racionalidad dada por la naturaleza en comunión con el espíritu y la carne. Los centroamericanos, pueblo joven, aún en estadío cuasi - barbarie, rigiéndose por lo primitivo del instintivo en la naturaleza y en la vida.

En esa noche Eguchi tuvo recuerdos muy tristes de su juventud y reflexionaba:
Aunque esta muchacha sumida en el sueño no había puesto fin a las horas de su vida ¿ acaso no las había perdido, abandonándolas a profundidades insondables? No era una muñeca viviente pero para que no se avergonzara de un viejo que ya no era hombre, había sido convertida en muñeca viviente.

A su vez el centroamericano, lo vivió así:
Tratando de no despertarla me senté desnudo en la cama, una corriente cálida me subió por las venas y mi lento animal jubilado despertó de su largo sueño. Aquella noche descubrí el placer inverosímil de contemplar el cuerpo de una mujer dormida sin los apremios del deseo o los estorbos del pudor.

Para la mirada oriental esa noche era como un punto de llegada, para la latina, un punto de partida.
García Márquez, supo ponerle alegría a la tristeza de envejecer y darle vida a la muerte.

Eguchi, antes de caer en un profundo sueño, concluía:
...Estaba aquí para ser contemplada. El sabía que la habían adormecido para este fin. Sintió una oleada de soledad teñida de tristeza.
Más que tristeza o soledad, lo que le atenazaba era la desolación de la vejez...

El otro anciano, siguió la relación a través del tiempo, enamorándose:
...Yo navegaba en el amor de Delgadina con una intensidad y una dicha que nunca conocí, tomé conciencia de que la fuerza invencible que ha impulsado al mundo no son los amores felices sino los contrariados frente a un letrero que consagrara mi verdad: Estoy loco de amor...
A principios del nuevo año empezábamos a conocernos como si viviéramos juntos y despiertos. Sus estados de ánimo se le notaban en el modo de dormir...

y cierra mostrándonos como se puede sentir amor, a pesar de la vejez, y lo hace con alegría, veamos como concluye:
Anda, despiértala, pídele perdón y hazte cargo de ella de una vez. Nadie merece ser más feliz que ustedes..para que me llevara a mi niña aquella misma noche, en previsión de que no se cumpliera mi ilusión de sobrevivir hasta el último aliento de mis noventa años entrelacé mis dedos con los suyos y conté las doce campanadas. Era por fin la vida real, con mi corazón a salvo y condenado a morir de buen amor en la agonía feliz de cualquier día después de mis cien años.

Hay coincidencias, porque las situaciones se asimilan. Hay diferencias, porque las circunstancias y el entorno son otros. La literatura es arte y el arte es subjetivo, las miradas sobre un mismo objeto, expondrán dos, tres, cien, vaya a saber cuántos objetos del mismo objeto o en su defecto, del mismo modo si se tratara de personas. Respondemos al mundo que nos genera, que habitamos y que nos habita. Por cada coincidencia va la diferencia.

Bibliografía
KAWABATA Yasunari, El Palacio de las Bellas Durmientes, Cuento
MARQUEZ GARCÍA Gabriel, Memoria de mis Putas tristes, Novela,
Edit Espasa Calpe


De Bellas y Durmientes / por María Leone