Apuntes Literarios
 

En la novela del siglo XX, y por tanto, en la novela de posguerra, se observa la renovación de todas las técnicas narrativas, haciendo posible una notoria pluralidad de formas novelescas.
En la década de los sesenta y buena parte de los setenta, por influjo de los novelistas extranjeros como Joyce, Kafka, Faulkner, el nouveau roman francés y los hispanoamericanos como Gabriel García Márquez, se extiende la moda del "experimento", de la ruptura con el esquema tradicional del género novelesco.
Autores como Julio Cortázar y su Rayuela, Manuel Puig con Boquitas Pintadas, La traición de Rita Hayworth. Anteriormente, en ciencia ficción George Orwell con 1984. Philip K. Dick, con la novela Ubik, donde narra una historia en la que, con la aparición de grandes compañías especializadas en psiquismo y un estado de vida suspensa después de la muerte, se crea una condición de realidad erosionada, (en el año 2005, esta obra fue incluida por la revista Time Magazine entre las mejores 100 novelas de todos los tiempos). La lista continúa:
Albert Camus y El extranjero. Hermann Hesse; El lobo estepario, Dino Buzatti y el Desierto de los Tártaros, Juan Carlos Onetti con Juntacadáveres, y por mencionar algunos más; Camilo José Cela, Sandor Marai, Torrente Ballester, Carson McCullers, inician una verdadera revolución formal y temática. Ernest Hemingway, Adolfo Bioy Casares, Patricia Highsmith, Henry Miller, Carmen Laforet, Carmen Gaite, Antonio Muñoz Molina, Luis Mateo Díez, y dejamos el tintero rebosante…
A partir de 1975 los novelistas tienden a una moderación de los experimentos e incluso recuperan subgéneros algo olvidados como los relatos policíacos, históricos, ensayísticos, de aventuras, intimistas, y por qué no la ciencia ficción.
Las novelas de Milan Kundera, Humberto Eco, Andrés Rivera, Abelardo Castillo, Carlos Fuentes, Juan José Saer, José Saramago, Arturo Pérez Reverte, Juan José Millás, Ian McEwan, Angélica Gorosdischer, Ana María Shúa, Luisa Valenzuela, Ángeles Mastretta, Isabel Allende, Toni Morrison, Tomás Eloy Martínez, Claudia Piñeyro, Pablo de Santis, Carol Oates, Leopoldo Brizuela, reflejan a la perfección esta corriente que trata de hermanar la innovación de las técnicas con el viejo oficio de narrador: el placer de contar historias protagonizadas por personajes de ficción.
Echemos una mirada sobre el tratamiento del texto en El cuento de la Criada, Margaret Atwood, 19851.

Es esta una novela, que responde al género ciencia ficción, con un atisbo gótico - fantástico, cuyo eje estructural se establece a partir de una ucronía histórica. La Ucronía es un subgénero de la ciencia ficción que también podría denominarse novela histórica alternativa, ya que se caracteriza porque la trama transcurre en un mundo desarrollado a partir de un punto en el pasado en el que algún acontecimiento sucedió de forma diferente a como lo ha hecho en realidad (por ejemplo: los perdedores de determinada guerra son los vencedores, etc.).
Un suceso distópico rompe el sistema de orden socio - religioso - educativo - económico que regula la sociedad y vida de un país y la pirámide se revierte. La familia no existe, tampoco sentimientos como el amor, el sexo, la identidad, el acto natural de constituir una imagen y hacer concreta su forma, su existencia, en el mero acto de su reflejo en un espejo, (los mismos han sido desterrados). Un sistema de vida donde sólo se reciben y se acatan mandatos, cuyo fin es el cumplimiento de una orden superior. Cada individuo es sólo una pieza en el tablero de un juego, donde no se debate un destino común, sino la parte que encaja con un plan establecido. Se es una pieza, parte de un engranaje, sin ideas, ni pensamientos, el raciocinio invalidado. Necesario, pero no irremplazable, sino sencillamente sustituible. El que se sale del orden es ajusticiado, o desterrado en lugares que recuerdan a aquellos sitios perdidos, librados al salvajismo y la barbarie, a los excesos y perversiones, algo como lo que refiere Foucault, en su libro el Elogio de la locura, cuando nos habla de las naves de los locos. Enfermos mentales, deformes eran cargados en navíos para abandonarlos en una isla tan ignota como perdida, fuera de los registros de los mapas y de la mente de quiénes decidían estas cuestiones en bien de la sociedad. Hablamos de locos, librados a su suerte, y ¿los cuerdos que dirimían estas cuestiones? He aquí otro ejemplo de ucronía distópica.
En el desarrollo de la trama de la novela El cuento de la criada, Margaret Atwood construye una ucronía distópica. Situado en Estados Unidos, en una época que no se especifica pero donde a través de ciertos datos comprendemos que no dista mucho de nuestra década, vemos como se han ido extinguiendo nuestros valores, conocimientos, conquistas y, sobre todo, nuestra capacidad reproductiva.
La criada es un personaje protegido, en un tiempo en que a las mujeres se les han retirado los derechos y las posesiones e incluso hasta la identidad, criadas y esposas son una reserva natural donde preservar el futuro de la raza. Extinguidas las viejas costumbres, quemadas revistas y libros, borradas y perseguidos antiguos credos, y destruido completamente el poder de las mujeres a éstas sólo les queda la posibilidad de procrear para sus amos, los Comandantes. En un sistema de clases encabezado por un ejército de la fe y dominadas por grupos sociales como el de los Comandantes y sus Esposas, las criadas son los órganos reproductivos en vías de extinción de la nueva sociedad. La criada elegida por Margaret Atwood para cargar con el peso de esta historia se encuentra en el límite de la utopía. Nacida en una época libre, y ahora enfrentándose a la espera de ser desechada por su infertilidad, recupera recuerdos de su vida anterior reflexionando sobre los poderes que las mujeres de otras décadas habían conquistado, ahora ya perdidos en su totalidad.
Revisemos algunos de los recursos utilizados en esta novela, para lograr un más allá en los acontecimientos, cuyo fin es la participación del lector en el descubrimiento sobre el texto. He aquí una síntesis de los recursos utilizados:

Falacias: Argumentos que equivocan las relaciones lógicas entre elementos, o bien adoptan premisas evidentemente inaceptables.
Constituye una falacia en la trama de esta novela la circunstancia de que a la mujer que pertenece a ese mundo le han arrancado nombre, empleo, y reducido a la condición de "criada", entiéndase criada para gestar. Su realidad ahora ha sido encuadrada, junto con el resto del género femenino, en un catálogo de colores: a cada función, un color. El suyo es el rojo: y su misión en la vida, apenas la de ser el envoltorio de carne y huesos de un útero.

Fragmentos de la novela donde se observa el uso de las falacias:

Falacia de causa falsa: se parte de una inexactitud:

-¿Por qué Dios permitió que ocurriera semejante atrocidad?"
- Para darle una lección.

Falacia de argumento circular: Utilización de secuencias discursivas que avanzan por una vía para retornar por otra, sin que se produzcan cambios:

Completamente sola junto al teléfono. Salvo que no tengo teléfono. Y si lo tuviera ¿A quién podría llamar?

Argumento Ad hominem: consiste en refutar al adversario, partiendo de sus mismos principios y, por tanto, combatiéndolo con sus mismas armas.

Los turistas japoneses se acercan a nosotras, inquietos; volvemos la cabeza, pero ya es demasiado tarde: nos han visto la cara.
Los acompaña un intérprete, vestido con el traje azul clásico y corbata estampada en rojo con un alfiler en forma de alas. Da un paso adelante, apartándose del grupo y bloqueándonos el paso. Los turistas se apiñan detrás de él; uno de ellos levanta una cámara fotográfica.
-Disculpadme -dice otra vez el intérprete para llamar nuestra atención. Muevo la cabeza, dándole a entender que lo he oído-. Preguntan si sois felices -continúa. Puedo imaginarme la curiosidad de esta gente: ¿Son felices? ¿Cómo pueden ser felices? Siento sus ojos brillantes sobre nosotras, cómo se inclinan un poco hacia delante para captar nuestra respuesta, sobre todo las mujeres, aunque los hombres también: somos un misterio, algo prohibido, los excitamos.
Deglen no dice nada. Reina el silencio. Pero a veces, no hablar es igualmente peligroso.
-Sí, somos muy felices -murmuró. Tengo que decir algo. ¿Qué otra cosa puedo decir?

Manipulación del significado: Las palabras, además de un sentido denotativo, tienen un sentido connotativo implícito, aportado por el contexto y conocimientos compartidos de los interlocutores, que añade ideas y opiniones.

-Hay más de un tipo de libertad-, decía Tía Lidia. Libertad para y Libertad de. En los tiempos de la anarquía nos daban libertad para. Ahora nos dan liberta de. No la menospreciés.

El comandante habla por mí con este hombre y con los otros que vienen con él. No dice gran cosa de mí, no necesita hacerlo. Explica que soy nueva y ellos me miran y me descartan y se dedican a hablar de otras cosas. Mi disfraz ha cumplido su función.

Omisiones: Se presenta información incom-pleta, excluyendo posibles problemas, objeciones, dificultades, lo que resulta en la presentación de una realidad falseada, sin incurrir directamente en la mentira.

Esta mujer es mi acompañante desde hace dos semanas. No sé qué pasó con la anterior. Un día sencillamente no apareció, y ésta estaba en su lugar. No se hacen preguntas sobre este tipo de cosas, porque las respuestas suelen ser desagradables. De todos modos, tampoco habría respuesta

Redefinición del lenguaje: Mediante la eliminación progresiva o sustitución de las palabras según su posición, intentar modificar o hacer desaparecer la forma de pensar que se opone a sus argumentos. Numerosos ejemplos de esto pueden verse en la novela 1984 de George Orwell; y en El Cuento de la Criada, pero también en la realidad y particularmente en la política.

I
Por la ventana entra un reflejo gris, un brillo apagado, hoy no hay mucho sol. Me levanto de la cama, voy hasta la ventana y me arrodillo en el asiento, sobre el duro cojín de la FE, y miro hacia afuera. No hay nada para ver. Me pregunto qué habrá pasado con los otros dos cojines. Alguna vez tuvieron que existir tres. ESPERANZA y CARIDAD, ¿dónde los habrán guardado? Serena Joy es una mujer de orden. No tiraría nada a menos que estuviera muy gastado. ¿Uno para Rita y uno para Cora?
Suena la campana; yo ya estoy levantada, me he levantado antes de tiempo. Me visto, sin mirar hacia abajo.
Me siento en la silla y pienso en esta palabra: silla. También significa sede papal, y existe la silla eléctrica. En inglés, se dice chair, y chair en francés significa carne Ninguna de estas cosas tiene relación con el resto.
Éste es el tipo de letanías a las que recurro para calmarme.

II
Ella era una mujer que podría burlar las normas. Pero, ¿yo qué tenía para negociar?
Miré el cigarrillo con ansia. Para mí, al igual que las bebidas alcohólicas y el café, los cigarrillos están prohibidos.
- Así que ese viejo fulano ¡no funcionó!-, dijo.
- No, señora-, respondí.
Lanzó algo así como una carcajada y luego tosió. "Mala suerte la suya", dijo. "Es el segundo, ¿no?"
- El tercero-, señora, dije.
- Y la tuya., agregó. Otra carcajada y volvió a toser. - Puedes sentarte. No te lo cojas por costumbre, es sólo por esta vez.

Tácticas de despiste: Consiste en desviar la discusión desde un punto delicado para el demagogo hacia algún tema que domine o donde presente alguna ventaja con respecto a su oponente o contrincante. No se responde directamente a las preguntas ni a los desafíos.

-Tenían naranjas -comento. En Leche y Miel. Todavía quedan algunas- se lo digo como un ofrecimiento. Quiero congraciarme con ella. Las naranjas las vi ayer, pero no le dije nada a Rita: estaba demasiado malhumorada. -Si me das los vales, mañana podría coger algunas - le paso el pollo; hoy ella quería filetes, pero no había.
- Hoy es día de baño - anuncia Rita sin mirarme...
- ¿Quién se ocupa del baño? -le pregunta Rita a Cora, no a mí.
- Yo tengo que ablandar el pollo.
- Lo haré yo más tarde -responde Cora -, después de quitar el polvo.
- Si no, nadie lo hará - concluye Rita.
Hablan de mí, como si yo no las oyera. Para ellas soy una faena de la casa, una de tantas.
Me han hecho a un lado. Cojo el cesto, salgo por la puerta de la cocina y recorro el pasillo hasta el reloj de péndulo.

La novela de las últimas décadas exige un lector activo, que emprenda la lectura como una tarea de exploración y búsqueda de conocimiento, de placer estético y que también, sea el individuo encargado de dar forma definitiva al relato que el autor en forma premeditada, ha confiado en sus manos. Podemos entonces decir que el lector es el co - equiper indispensable para la construcción definitiva del texto literario que constituye una novela.


Perfil: La canadiense Margaret Atwood, 1939, autora de una vasta obra narrativa, poética y ensayística, es sobre todo conocida por sus novelas, La puerta 2008, Érase una vez 2007, La maldición de Ev 2006, Penélope y las doce criadas 2005, Oryx y Crake 2003, El asesino ciego 2000, Alias Grace 1996, La novia ladrona 1993, Ojo de gato 1988, El cuento de la criada 1985, El huevo de Barba Azul 1983, Chicas bailarinas 1977, Doña Oráculo 1976, Resurgir 1972, La mujer comestible 1969. En la poesía de Margaret Atwood abundan las referencias culturales, literarias, pictóricas, tanto explícitas como implícitas.


Tratamiento del texto en la novela El Cuento de la Criada de Margaret Atwood / por Marta Mutti