Apuntes Literarios
 

 


Entre las cosas que le podemos pedir a la literatura, como el entretenimiento y el placer estético, quizás la más importante y hasta sublime sea la elevación espiritual. Esto último es la tarea más difícil del escritor, porque es armar un artilugio para provocar el alma y armar semejante cosa requiere sintaxis precisamente construidas, mecanismos como relojes. Muy pocos son los eruditos que pueden alcanzar tal nirvana literario y entre ellos se encuentra Hermann Hesse.
Seguramente esta facilidad la haya obtenido como resultado de su propia biografía: su abuelo materno, suabo y pietista, había estado inmerso en la cultura india a partir de una misión evangélica. Fue así que durante toda la infancia Hesse estuvo rodeado de los resabios familiares de aquella cultura, de su misticismo, sus ejercicios y sus aromas.
Por otro lado, el pequeño Hesse era un rebelde que huía de las instituciones, de las obligaciones, del esfuerzo físico. "Todo intento de hacer de mí un hombre de provecho acababa en fiasco, y muchas veces en vergüenza o escándalo, con huída o expulsión y, sin embargo, en todas partes se reconocían mis buenas dotes e incluso una cierta medida de honradez".
Más adelante en su vida aparecieron lo que algunos biógrafos llaman neurastenias, fuertes dolores de cabeza que lo atormentaban. Así llegaría hasta los 39 años, edad en que sufrió una grave crisis nerviosa que lo acercó abruptamente al psicoanálisis. Tomó contacto con un discípulo de C. G. Jung y en un lapso de sesenta sesiones logró superarla. En este tiempo es natural Demian "fruto de la liberación de nuevas energías creadoras y ahondamiento de la visión" según Ernest Robert Curtius.
De estas tres directrices (la mística india, su rebeldía juvenil y el psicoanálisis) se desprende este espíritu libre que define su obra literaria.
A los 50 años escribió de sí mismo: "… yo creo que ningún hombre decente y laborioso me alargaría la mano si supiera el poco valor que para mí tiene el tiempo, como desperdicio días y semanas, meses incluso, en qué fruslerías malgasto mi vida".
Semejante declaración no es inaudita en un autor tan prolífero. Muchas veces lo que el escritor profesional llama malgastar el tiempo es fruslerías, significa una actitud contemplativa que busca provocar el nacimiento de ideas, tramas, historias y libros, es decir, cofres de literatura.
La soledad, gran compañera de Hesse durante toda su vida, fue crucial en sus procesos contemplativos. Puede verse muy específicamente en esta cita del autor: " ... que desde mi época de escolar estuviese siempre condenado a la soledad, la cual acabó convirtiéndose en mi amiga. No encuentro ningún amigo, quizá porque soy demasiado orgulloso para buscarlo, y desde hace tres años estoy acostumbrado a pensar solo y a cantar solo".

Hesse a través de Demian
Probablemente Demian sea el trabajo que llevó a Hesse al estrellato literario. Su primera obra de su etapa madura, como gustan llamarla los críticos. Por eso creo que podemos tomarlo para acercarnos un poco más a cómo este autor preparaba esos artilugios que provocan el alma y cómo empezó a armarlos a partir de allí.
En la instancia donde se dirime la dirección de la vida, en la edad en que el cuerpo parece a punto de estallar, Hesse no fue ajeno y supo donde dirigir su lívido. Entonces fue cuando decidió dedicarse a escribir. La adolescencia entonces marcaría su vida artística. Fue una elección férrea, sabia y, por que no, imberbe, pero con consecuencias: de buen alumno pasó a ser uno pésimo, lo que le ocasionó problemas con los maestros y con sus padres. Dice Hesse que no veía "posibilidad de reconciliación entre el mundo y su corazón".
Cuando notó que la educación formal no lo contenía y hasta lo asfixiaba, después de huir de cada institución en que lo anotaran, probó suerte como mecánico en la fábrica de relojes Perrot en Calw, pero el monótono trabajo reforzó su deseo de tener una actividad intelectual, y aunque renunció pocos meses después, la precisión con que se armaban esos mecanismos más tarde se reflejó en su actividad literaria. En octubre de 1895, empezó una experiencia como librero, en la librería Heckenhauer en Tubinga, a la que se consagró en cuerpo y alma. La parte principal del fondo literario era sobre teología, filología y derecho. Su tarea de aprendiz consistía en agrupar y archivar libros. Lo que quizás para muchos hubiera sido un tedio peor al de la relojería, para Hesse faltaba solo una manzana para sentirse en el paraíso. Al terminar su jornada, continuaba enriqueciendo su cultura en solitario, y los libros compensaban la ausencia de contactos sociales. Hesse leyó escritos teológicos, después a Goethe, y más tarde Lessing, Schiller y textos de la Mitología griega.
Tras alcanzar cierta fama y poder obtener buen rédito económico de sus primeras obras, como Peter Camenzind, el contexto internacional dio un giro. Tras la declaración de la Primera Guerra Mundial en 1914, Hesse se presentó como voluntario en la embajada de Alemania: no podía estar inactivo mientras muchos jóvenes morían en el frente. Fue, sin embargo, declarado inútil para el combate y destinado en Berna para asistir a prisioneros de guerra.
Las heridas psicológicas y espirituales que le causó esta experiencia lo llevaron a una gran depresión y al colmo de sus neuralgias. Allí fue cuando se acercó al psicoanálisis, más precisamente al junguiano. De esta etapa es fruto Demian, que a sus 42 años marcó el paso del ecuador dentro de la obra de Hesse. En la urdiembre de la historia se ve claro que el escritor quiere guiar a los adolescentes en el difícil paso que va de la pubertad a la juventud. La pubertad y su época precedente es un tiempo claro. En el paso de la juventud se cambia de los niños claros y limpios a los muchachos libertinos. Según Hesse, los años de juventud son en sí peligrosos, pero sanos.
Para el novelista, el joven busca el camino saliendo de la casa paterna hacia los secretos del sexo. Pero estos caminos están malditos y una vez que han marcado su huella en la conciencia, no la dejan libre nunca más. Todo tal como la guerra marcó al mundo y a su alma.
Demian es un entramado en donde Hesse se luce como traductor de los estados emocionales de los adolescentes, con sus miedos y preocupaciones, quizás se deba esto a que Hesse permaneció aferrado a su juventud por muchos años. En esta obra resuena el espíritu de la época con sus notables influjos culturales.
Desde su primera novela el problema de la pubertad le ocupa, le preocupa y es motivo de lucha. El mundo se convulsionó durante la guerra, Hesse se convulsionó también y buscó respuestas. Sus herramientas (la mística india, su rebeldía juvenil y el psicoanálisis) le sirvieron para trabajar historias como relojes, siempre queriendo ayudar a los jóvenes a encontrar su tiempo y hallarse a sí mismos.


Herman Hesse, remedio para adolescentes / Por Rodrigo Moral